En los años 70, el interés de la sociedad se centraba en el crecimiento demográfico de la población mundial y la creciente preocupación por los recursos disponibles para poder satisfacer las necesidades incrementadas. La cuestión en ese momento perdió cada vez más importancia, pero dado la evolución de la tecnología y el incremento desmesurado de la población, es hora de retomar el tema. Y es que ya están fijados los límites del crecimiento tras el cénit del petróleo causado por un mal uso de los recursos naturales y de la explotación de las reservas de petróleos y otros combustibles fósiles.
En este artículo vamos a realizar una reflexión sobre la situación mundial y la relación entre los límites del crecimiento y la capacidad de la sociedad de abastecer a la población.
Aumento de la población mundial
La población mundial se ha duplicado en tan sólo cuatro décadas. Aunque la pobreza castiga ciertas regiones del mundo, se ha evitado una hambruna general gracias al uso de los combustibles fósiles. Estos permiten obtener más alimentos aunque contamine más el planeta y esté desencadenando efectos negativos como el cambio climático.
La agricultura juega un papel fundamental en todos los sectores de la producción alimenticia, y los métodos de obtención de cultivos son condicionantes para afirmar si la contaminación continúa o no. Para ello se ha desarrollado una técnica de agricultura sostenible o de conservación que pretende disminuir los impactos en la contaminación de suelos y aguas para que los nutrientes que adquirimos a través de las cosechas sean de mejor calidad y no contaminen. Todo ello se realiza con el objetivo de implantar una alimentación sostenible a nivel mundial, lo que garantiza que los recursos que utilizamos hoy día puedan ser aprovechados también por las futuras generaciones.
Gracias al desarrollo de la tecnología, gran parte del éxodo rural y las comodidades de los diferentes modelos de ciudades verticales, se puede albergar a gran parte de la población mundial en poco espacio. Esto favorece la disminución de las distancias para el transporte de materias primas y productos, la concentración de las industrias y la producción eléctrica más centralizada.
Por otro lado, contamos con un exceso en la explotación de recursos naturales como la madera, el petróleo, gas natural y carbón. Esta sobreexplotación se extrapola también a otros elementos vivos como la agricultura y ganadería intensiva, la sobrepesca o la explotación minera. Todo ello conlleva a una degradación de los recursos naturales, un aumento de la contaminación ambiental en todos los aspectos y, por ende, un cambio en las variables climáticas que está teniendo lugar a escala global.
Límites del crecimiento
Ya lo dijeron los expertos en economía allá por el año 1972, cuando se publicó el informe de «Los límites del Crecimiento». La población mundial podía entonces abastecer toda la demanda de alimentos y energía en la época del cénit del petróleo. La crisis ecológica de 1960 fue el inicio de la preocupación ambiental, sugiriendo que los combustibles fósiles podrían pronto ser incapaces de continuar alimentando el desarrollo tecnológico debido a su inevitable agotamiento.
Con el paso de los años y la llegada de las energías renovables, se pensó que el mundo sería capaz de albergar a más personas gracias a la producción de energía de fuentes limpias como el sol, el viento, la biomasa, la energía geotérmica y la que se extrae de las mareas. Sin embargo, la aspiración a mantener el crecimiento económico utilizando solo energías limpias ha chocado contra las limitaciones de la eficiencia energética.
La eficiencia energética busca generar el máximo stock de energía a un costo mínimo, pero sigue siendo una barrera difícil de superar. Las inversiones de I+D se ven obligadas a dirigirse más hacia el desarrollo de tecnologías más eficientes, a menudo restando recursos a otras iniciativas energéticas. Esto ha reducido drásticamente la atención a los combustibles fósiles, aunque su agotamiento es ya inevitable.
Huella de carbono
Muchos de los recursos naturales que sostenían la actividad económica han pasado su cénit en las últimas décadas. El consumo desmesurado está superando rápidamente los ritmos de producción y las reservas de estos recursos. Este desbalance exige el desarrollo urgente de energías renovables capaces de mantener un ritmo de vida acorde a los tiempos modernos.
La huella de carbono es un indicador clave que mide las emisiones de dióxido de carbono por persona o por unidad de superficie. Para satisfacer nuestras crecientes demandas de energía, alimentos y bienes, el ritmo de emisión de carbono ha aumentado exponencialmente. A mayor consumo, mayor huella de carbono.
Por ejemplo, si analizamos nuestras actividades diarias como encender una televisión, trasladarse en automóvil, o consumir alimentos, podemos ver que todas estas acciones requieren energía que, en la mayoría de los casos, es generada mediante la quema de combustibles fósiles. Por tanto, cuanto mayor es el nivel de vida, mayor es también la huella de carbono. Esto se conoce como una estrecha correlación con la renta per cápita: a mayor poder adquisitivo, mayores son las emisiones.
¿Igualdad ante todos?
Si comparamos la huella de carbono entre habitantes de países desarrollados y en vías de desarrollo, notamos que este último grupo, aunque más numeroso, tiene una huella mucho menor per cápita. En otras palabras, una pequeña fracción de la población mundial es responsable de la mayor parte de las emisiones contaminantes.
Uno de los grandes dilemas surge cuando reflexionamos sobre por qué el 80% de la población mundial sufre las consecuencias de una crisis climática provocada principalmente por el 20% restante. Mientras los gobiernos hablan de equidad, la realidad es que el crecimiento desmedido sigue sin soluciones concretas, incluso cuando los límites del crecimiento se hacen cada vez más patentes.
El futuro de nuestro planeta es incierto. Nuestro sistema económico, que depende del crecimiento continuo, está chocando con los límites planetarios, lo que requiere un replanteamiento urgente de nuestro modelo de vida. Para lograr una adaptación exitosa a este futuro, será necesario reducir las emisiones, mejorar la eficiencia energética, y cambiar la manera en que consumimos y gestionamos nuestros recursos.