Cuando compramos o alquilamos una propiedad, rara vez pensamos en lo que podría haber debajo de la tierra. Cementerios, yacimientos arqueológicos, o incluso cementerios de residuos tóxicos podrían estar ocultos bajo nuestros pies. Lo que sucede es que los residuos no «mueren»; simplemente se almacenan, comienzan a degradarse, liberan toxinas y se transforman en un peligro potencial a lo largo del tiempo.
Un evento que ilustra claramente los peligros de la mala gestión de residuos tuvo lugar hace más de 35 años en Love Canal, un vecindario ubicado en la ciudad de Niagara Falls, Nueva York, cerca de las Cataratas del Niágara. Este desastre fue uno de los primeros que captó la atención mundial en cuanto a la gestión de residuos tóxicos. ¿Qué ocurrió exactamente en Love Canal y cuáles fueron sus terribles consecuencias?
Las construcciones no duran para siempre
En la actualidad, la construcción de proyectos habitacionales sobre terrenos que han sido utilizados como cementerios de residuos está completamente prohibida. Además, es necesario instalar sistemas de monitoreo para detectar fugas de los materiales confinados. Sin embargo, ninguna construcción está a salvo de accidentes. Algo similar sucedió en Chernóbil, donde pese a los esfuerzos de contención con toneladas de cemento, los residuos radiactivos generaron catástrofes futuras. En Love Canal, la situación no fue muy diferente.
El mal manejo de los residuos tóxicos en Love Canal generó un gran problema de salud pública, y posteriormente una demanda millonaria contra la empresa responsable. Lo irónico es que el “Canal del Amor” se convirtió en un símbolo de muerte y desastre, dejando secuelas permanentes en la salud de las personas y en el medio ambiente.
Contexto histórico: ¿Cómo empezó el desastre?
Love Canal fue originalmente un proyecto del empresario William T. Love en 1890, quien planeaba construir un canal que conectara el lago Ontario con el río Niágara para proporcionar energía hidroeléctrica. Sin embargo, el proyecto fracasó debido a problemas financieros, y el canal quedó incompleto. Décadas más tarde, entre 1942 y 1953, la empresa Hooker Chemical vio una oportunidad en esta zanja sin terminar y la convirtió en un vertedero para desechos industriales. Durante este período, se enterraron unas 22,000 toneladas de productos químicos peligrosos, incluidas dioxinas.
En 1953, cuando la Junta Escolar de Niagara Falls decidió adquirir el terreno para construir una escuela y un vecindario, Hooker Chemical vendió la propiedad por un simbólico precio de un dólar, advirtiendo de los peligros. No obstante, se consideró que bastaba con cubrir los residuos con capas de arcilla y tierra.
Problemas emergentes y exposición química
Las construcciones continuaron y, con ellas, comenzaron los problemas. Durante la construcción de la escuela en 1954, los obreros descubrieron la presencia de vertederos llenos de bidones químicos. A pesar de esto, las autoridades decidieron seguir adelante con el desarrollo.
En los años siguientes, los residentes notaron síntomas preocupantes: quemaduras, erupciones cutáneas y, en algunos casos, muertes. Las emanaciones tóxicas del suelo contaminado comenzaron a afectar a las plantas y a mezclarse con el agua de lluvia, formando un barro tóxico con el que los niños jugaban. Además, los productos químicos se filtraron en las napas subterráneas, contaminando las fuentes de agua potable.
Consecuencias devastadoras: salud y evacuación masiva
Entre los años 1976 y 1978, se realizaron múltiples análisis del agua en la zona, revelando la presencia de más de 82 productos químicos contaminantes, muchos de ellos cancerígenos. Los efectos sobre la salud de los residentes fueron devastadores. Las mujeres comenzaron a reportar múltiples abortos espontáneos y nacimientos de niños con defectos de nacimiento, como lo confirma un informe oficial de la época: el 56% de los recién nacidos presentaba alguna malformación.
Conforme los estudios presentaban resultados cada vez más alarmantes, las autoridades finalmente tomaron medidas drásticas. En 1978, el entonces presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, declaró a Love Canal área de desastre y ordenó la evacuación de más de 700 familias. La escuela fue cerrada definitivamente y los residentes, reubicados a otras zonas.
La lucha de Lois Gibbs y el activismo ambiental
El desastre de Love Canal generó una oleada de activismo ambiental en Estados Unidos, de la cual destacaron figuras como Lois Gibbs, una madre residente cuya familia fue gravemente afectada por los residuos tóxicos. A través de la Love Canal Homeowners Association, Gibbs organizó protestas y movilizaciones, exigiendo respuestas y acciones inmediatas por parte del gobierno.
La presión ejercida por Gibbs y otros líderes comunitarios fue clave para conseguir mayor atención por parte de los medios y las autoridades, lo que eventualmente llevó a casos como la creación del Superfund Act, legislación orientada a la limpieza de sitios contaminados en todo el país.
Impacto y lecciones aprendidas
El desastre de Love Canal tuvo profundas repercusiones no solo en la salud pública, sino también en las políticas ambientales de Estados Unidos. La falla en la gestión de residuos tóxicos y la posterior falta de monitoreo adecuado involucraron a todas las partes: la empresa privada, el gobierno local y las instituciones educativas.
Una de las grandes lecciones del caso Love Canal es que no se puede minimizar o ignorar el impacto de la contaminación química, ni los riesgos a largo plazo que implica la acumulación de tóxicos en lugares donde las personas viven, trabajan y juegan. Además, este caso sentó un precedente respecto a la transparencia y la responsabilidad de las empresas en la gestión de sus desechos.
Hoy en día, el área de Love Canal ha sido sellada y los esfuerzos de limpieza continúan década después. Sin embargo, las secuelas en los residentes siguen presentes, y Love Canal siempre será recordado como un fatídico recordatorio de las graves consecuencias de ignorar la sostenibilidad y la salud pública.
Se les olvidó mencionar a Lois Gibbs, ella fue parte fundamental para el descubrimiento de la toxicidad.
Cuatro veces «comenzaron» en una misma frase. La redacción de este artículo no es demasiado brillante.