Seguramente alguna vez has oído hablar o visto en videos a una llama. Se trata de un animal doméstico que cumple un papel importante en las economías regionales. Esta especie habita desde hace más de mil años en la región del Altiplano de la Cordillera de los Andes. Este animal pertenece a la familia de los Camélidos y fue creado artificialmente mediante la domesticación del guanaco. Antes de la llegada de los españoles a América, las llamas eran usadas para la producción de carne, lana y como animales de carga.
En este artículo vamos a contarte todas las características, hábitat, alimentación y reproducción de la llama, además de ampliar información basada en investigaciones y hallazgos recientes.
Características principales
Este animal pertenece al grupo de los mamíferos artiodáctilos, lo que significa que tiene un número par de dedos en sus patas. Entre los dedos, las llamas apoyan al menos dos para poder caminar. Sus patas tienen cuatro dedos en total y cada uno cuenta con almohadillas que les permiten amortiguar el peso al desplazarse por terrenos irregulares y escarpados.
La llama es un animal domesticado y su nombre científico es Lama glama. Tiene un cuello largo y delgado, y su altura varía entre 1.70 y 1.80 metros. En cuanto al peso, depende de diferentes factores como el sexo y las condiciones de vida, y puede oscilar entre los 130 y 200 kg.
Su pelaje es denso y de diferentes colores, que van desde beige y blanco hasta marrón y amarillo. La diversidad en sus colores se debe en parte a la selección artificial realizada por las culturas andinas. Una característica distintiva de su aspecto es su cara estrecha, con orejas redondeadas y el hocico del cual sobresalen ligeramente los 32 dientes que forman su dentadura, lo que les da un aspecto simpático.
Adaptada a las duras condiciones del altiplano, la llama ha desarrollado una gran cantidad de hemoglobina en su sangre y sus glóbulos rojos poseen una forma ovalada. Este tipo de sangre les permite sobrevivir a altitudes elevadas con bajas concentraciones de oxígeno, un aspecto fundamental para su supervivencia en las montañas de los Andes.
Hábitat y distribución de la llama
La llama es originaria del Altiplano andino, una vasta región que comprende áreas de Bolivia y Perú, extendiéndose hacia el norte de Argentina, Chile y Ecuador. Al ser un animal doméstico, es muy raro encontrar a las llamas en estado salvaje, ya que como ocurre con otros animales domésticos como los caballos o las vacas, dependen del cuidado humano.
Gracias a su importancia económica para las poblaciones andinas, esta especie ha sido introducida en otras partes del mundo. Hoy en día, se crían llamas también en Estados Unidos, Europa y Australia, donde son apreciadas tanto por su carne y lana como por su carácter sociable.
Antes de la llegada de los colonizadores españoles, las llamas también desempeñaban un papel clave en las economías y ritos religiosos de las culturas andinas, donde eran usadas además para rituales de sacrificio y como animales de carga. Los españoles introdujeron caballos y otros animales de carga al continente, relegando el uso de la llama a un segundo plano. Sin embargo, la llama sigue siendo una fuente vital de recursos económicos para muchos pueblos del Altiplano.
Hoy en día, se crían principalmente por su lana y carne, siendo la primera utilizada para la confección de textiles. También se obtienen otros productos derivados de las llamas, como cuero y estiércol, este último usado como fertilizante.
En cuanto a la carne, esta es apreciada por su bajo contenido en colesterol y ser rica en proteínas. Se considera una carne magra y altamente nutritiva. Actualmente, se estima que hay unos 3 millones de llamas en todo el mundo, la mayoría de ellas en Sudamérica.
Alimentación
Las llamas son herbívoras rumiantes, lo que significa que comen principalmente plantas y son capaces de regurgitar su comida para facilitar el proceso de digestión. Su dieta incluye una variedad de líquenes, arbustos y hierbas que crecen en las zonas elevadas donde habitan. Debido a la altura y las duras condiciones de su entorno, la vegetación es más escasa, pero las llamas se han adaptado para sobrevivir comiendo lo que esté disponible.
Una particularidad de las llamas es su capacidad para almacenar agua. No necesitan consumirla tan frecuentemente como otros animales, ya que obtienen la mayor parte del agua que necesitan a través de los alimentos que ingieren. Sin embargo, cuando tienen acceso a una fuente de agua, pueden beber hasta 3 litros de una sola vez.
Otra característica interesante es que las llamas son capaces de digerir alimentos muy duros como la paja salvaje denominada ‘Ichu’, que abunda en su hábitat. Para procesar estos alimentos, primero los mastican y, si es necesario, los regurgitan para volver a masticarlos. Este proceso, junto con su sistema digestivo compuesto por tres estómagos, les permite extraer al máximo los nutrientes de la vegetación disponible.
Reproducción de la llama
Las llamas alcanzan la madurez sexual relativamente rápido. Las hembras pueden comenzar a reproducirse a partir del primer año de vida, mientras que los machos deben esperar hasta los 3 años. Durante la época de apareamiento, que tiene lugar entre finales de verano y comienzos del otoño, cada macho se apareará con varias hembras de su grupo, conocido como harem.
El apareamiento de las llamas es curioso, ya que se realiza en el suelo, a diferencia de muchos otros animales cuadrúpedos. La hembra queda preñada durante aproximadamente 350 días, y generalmente da a luz a una sola cría que pesa alrededor de 10 kg.
Tras el nacimiento, las crías son amamantadas durante los primeros meses de vida, aproximadamente 4 meses. A diferencia de otros animales, la madre llama no lame a sus crías al nacer, ya que su lengua es muy corta. En su lugar, emite sonidos y caricias para que la cría sienta su protección.
Una vez que las crías han crecido lo suficiente, se vuelven independientes y comienzan a pastar por sí mismas, aunque pueden permanecer en el grupo familiar durante un tiempo más. La llama es muy territorial, lo que se refleja en el comportamiento de los machos, quienes suelen defender agresivamente su grupo de hembras de otros machos invasores.
En cuanto a la longevidad, las llamas pueden vivir entre 15 y 20 años, máximo unos 25 en condiciones óptimas. Aunque no están en peligro de extinción, es esencial monitorear las poblaciones para evitar el agotamiento genético debido a la sobrecría en ciertas regiones.
Este robusto animal sigue siendo vital para los pueblos de los Andes tanto en lo económico como cultural. Sus productos y su naturaleza social hacen de la llama una especie única que ha evolucionado junto a la humanidad andina desde tiempos inmemoriales.