Desde hace algunos años, ha cobrado relevancia un indicador internacional de sostenibilidad que sin duda ya has escuchado: la huella ecológica. En un contexto donde los desafíos ambientales son cada vez mayores, la medición de esta huella se vuelve crucial para diseñar nuevas políticas que favorezcan tanto el medio ambiente como el bienestar social.
Tradicionalmente se utilizaba el PIB (Producto Interno Bruto) como un indicador económico global, pero este no refleja el impacto ambiental. Por tanto, la huella ecológica surge como una métrica complementaria que integra el conjunto de efectos que tienen las comunidades humanas sobre sus entornos. A través de su cálculo, es posible valorar tanto el uso de recursos naturales como la generación de residuos, lo que permite desarrollar políticas más equilibradas y realistas.
¿Qué es la huella ecológica?
Este concepto se define como:
El total de superficie ecológicamente productiva necesaria para producir los recursos consumidos por un individuo promedio de una comunidad y para absorber los desechos generados por dicho individuo, independientemente de la ubicación de estas superficies.
Es decir, la huella ecológica indica cuántos espacios biológicamente productivos necesitamos para mantener nuestro estilo de vida. A través de la medición, podemos identificar el nivel de sostenibilidad de una población en relación con los recursos limitados del planeta.
El estudio de la huella ecológica
El cálculo de la huella ecológica toma en cuenta varios factores esenciales de los procesos productivos y de consumo. Para calcularla, es fundamental reconocer que:
- Para cualquier tipo de bien o servicio, se requiere un flujo de materiales y energía.
- Se necesita contar con sistemas ecológicos que absorban los residuos generados.
- La producción de bienes suele ocupar territorio destinado a sistemas ecológicos productivos, reduciéndolos.
Este cálculo integra múltiples efectos medioambientales, pero no es infalible. Hay ciertos aspectos (principalmente cualitativos) como la contaminación del suelo, agua y aire, que no siempre se contabilizan, salvo las emisiones de CO2.
Impactos ambientales no contabilizados
Por ejemplo, aspectos como la pérdida de biodiversidad, erosión, degradación del paisaje o el uso del agua (excepto en infraestructuras hidráulicas) suelen no entrar dentro del cálculo de la huella. Además, se asume que prácticas agrícolas, ganaderas y forestales son sostenibles, lo que puede no ser el caso en todos los territorios.
Por tanto, los resultados de la huella ecológica tienden a ser más conservadores, eligiéndose las opciones más prudentes en cuanto al cálculo se refiere.
Biocapacidad: un recurso complementario
Un término complementario a la huella ecológica es la biocapacidad, que se refiere a la cantidad de superficie biológicamente productiva disponible. Incluye cultivos, pastos, bosques y áreas marinas productivas.
La diferencia entre la huella ecológica y la biocapacidad se conoce como el déficit ecológico, es decir, los recursos demandados menos los disponibles. Si una comunidad tiene un déficit ecológico, esto significa que consume más de lo que su entorno puede soportar a largo plazo.
Por ejemplo, la biocapacidad global se estima en 1,8 hectáreas por habitante, lo que indica la cantidad de recursos productivos que puede ofrecer el planeta por persona. Pero en países como Estados Unidos, la huella ecológica excede esta cifra hasta alcanzar las 9.6 hectáreas, lo que significa que si todos los habitantes del mundo vivieran como en EE.UU., necesitaríamos más de 9 planetas Tierra.
Cómo calcular tu huella ecológica
Para obtener una estimación precisa de la huella ecológica, es necesario entender todos los consumos asociados a actividades fundamentales (alimentación, energía, productos forestales, ocupación del suelo) y traducirlos en superficie productiva.
Fases del proceso de cálculo
El cálculo se realiza en dos pasos:
- Contabilizar el consumo: Se calculan los consumos reales o estimados usando la fórmula: Consumo = Producción + Importaciones – Exportaciones.
- Transformar el consumo en superficie productiva: Con valores de rendimiento y productividad global, se estima cuántas hectáreas son necesarias.
El resultado de este cálculo se expresa en hectáreas globales (hag), una métrica que permite comparar territorios y ajustar parámetros globales.
Consumo energético
Cuando se trata del consumo de energía, la huella ecológica suele medir el área requerida para absorber las emisiones de CO2 generadas. El cálculo se basa en dividir el total de consumo de energía por la capacidad de los bosques para fijar CO2.
Cálculo de la huella ecológica personal
Hoy en día existen varias herramientas online que permiten calcular tu huella ecológica de manera rápida. Estas calculadoras evalúan hábitos de consumo en energía, agua, transporte, residuos y materiales.
Al completar una serie de preguntas sencillas, puedes obtener una idea clara de cuántas hectáreas necesitas para sostener tu estilo de vida. Una de las opciones más conocidas es esta calculadora de MyFootprint, que te ayuda a comparar tu huella con la de otras personas y sugiere cómo reducirla.
Neutralizar nuestra huella ecológica
Una vez conocemos el impacto de nuestra huella, se plantean medidas para reducirla. Reducir la huella ecológica a nivel global implica cambios significativos a nivel personal, como adoptar hábitos más sostenibles.
Algunas de estas medidas incluyen:
- Usar transporte público o medios de transporte menos contaminantes.
- Reciclar activamente y reducir el uso de plásticos.
- Utilizar bombillas de bajo consumo y electrodomésticos eficientes.
La transición hacia hábitos más sostenibles es clave para reducir nuestro impacto ambiental. Cada pequeño cambio, desde el aislamiento de las viviendas hasta el uso eficiente del agua, puede tener un efecto notable en la huella ecológica global.