La biodiversidad actual, el resultado de 3500 millones de años de evolución, es la más rica en la historia de la vida en la Tierra. Sin embargo, científicos alertan sobre un evento crítico: la sexta extinción masiva. Un equipo internacional de expertos, en un estudio publicado en la revista Science, ha señalado la drástica pérdida de fauna y la acelerada extinción de especies, que parecen ser los primeros indicios de este evento, al que denominan la «defaunación en el Antropoceno«.
Desde el año 1500, más de 320 especies de vertebrados terrestres se han extinguido, y un cuarto del resto de especies ha visto una reducción en sus poblaciones. La situación es igualmente preocupante para los invertebrados, como mariposas, arañas y gusanos, cuya población ha caído hasta en un 45% en los últimos 35 años. A diferencia de las extinciones anteriores causadas por eventos naturales, esta vez los científicos señalan directamente a la actividad humana como la principal causa.
Causas de la Sexta Extinción Masiva y el Antropoceno
A diferencia de las extinciones masivas anteriores, la sexta extinción se está desarrollando durante la era actual, conocida como el Antropoceno. El término, propuesto por el premio Nobel Paul Crutzen, describe la era en la que la actividad humana ha dejado una huella notable en los sistemas naturales de la Tierra. Las principales causas de la sexta extinción incluyen la destrucción de hábitats, la sobreexplotación de especies, la contaminación y el cambio climático.
La sobreexplotación de especies a menudo afecta a los grandes animales o megafauna, como elefantes, rinocerontes y osos polares, que requieren grandes áreas para mantener poblaciones viables, y cuyas tasas de reproducción suelen ser más lentas que en las especies más pequeñas. Además, su tamaño los convierte en los principales objetivos de la caza. Aunque estos animales representan un porcentaje bajo de las especies en peligro, su desaparición podría tener efectos secundarios desestabilizadores en los ecosistemas, incluyendo la proliferación de especies que son vectores de enfermedades.
Un ejemplo claro de esto se observó en experimentos en Kenia, donde la desaparición de megafauna dio lugar a un aumento de la población de roedores, lo que a su vez incrementó la abundancia de ectoparásitos que transmiten enfermedades. Rodolfo Dirzo, uno de los autores del informe, explica que la pérdida de grandes animales «puede desencadenar un círculo vicioso que afecte a la salud de otros organismos, incluyendo los seres humanos».
Las Grandes Extinciones anteriores
Una extinción masiva se define por la desaparición de al menos el 75% de las especies en un periodo de tiempo relativamente corto en términos geológicos. Cinco grandes extinciones han ocurrido en la historia de la Tierra, siendo la más conocida la extinción que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años, probablemente causada por el impacto de un meteorito en la península de Yucatán. Sin embargo, esta no fue la más devastadora.
La extinción del Pérmico-Triásico, ocurrida hace aproximadamente 250 millones de años, es conocida como la «Gran Mortandad» y fue responsable de la desaparición de hasta el 96% de las especies marinas y el 70% de las especies terrestres. En comparación, las tasas actuales de pérdida de especies están comenzando a acercarse peligrosamente a las observadas en estos eventos, lo que sugiere que nos encontramos en los inicios de otro cataclismo biológico.
Impacto de la actividad Humana en la Biodiversidad
La intervención humana ha cambiado profundamente los ecosistemas. La capacidad de nuestra especie para modificar el ambiente comenzó con la domesticación de plantas y animales hace unos 11.000 años. Sin embargo, con la Revolución Industrial y el aumento exponencial de la población, el impacto ambiental ha crecido sin precedentes.
La actividad agrícola y ganadera ha llevado a la deforestación masiva de grandes áreas de bosques, especialmente en las regiones tropicales. Por ejemplo, la tala de árboles ha reducido un 20% de las selvas tropicales de África y América Latina, que son el hogar de una biodiversidad extremadamente rica. Al mismo tiempo, la agricultura industrial ha aumentado las emisiones de gases de efecto invernadero, incluyendo metano y dióxido de carbono, contribuyendo al cambio climático.
El cambio climático afecta directamente a los ecosistemas, alterando los patrones de lluvia, modificando las estaciones e incrementando la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos. Esto conduce a la pérdida de hábitats y pone en riesgo a millones de especies, especialmente aquellas con hábitats limitados o que no pueden adaptarse rápidamente a estos cambios.
El Papel de los Invertebrados en los Ecosistemas
A menudo, cuando se habla de extinción, el foco tiende a estar en los grandes mamíferos o aves. Sin embargo, los invertebrados desempeñan un papel crucial en el mantenimiento de los ecosistemas. Insectos como las abejas, mariposas y otros polinizadores garantizan la polinización del 75% de las cosechas del mundo, lo que tiene un valor incalculable para la agricultura y la seguridad alimentaria.
Además de los polinizadores, los invertebrados también juegan un papel vital en los ciclos de nutrientes, la descomposición de materia orgánica y el control de plagas. En los Estados Unidos, el valor del control de plagas realizado por los depredadores naturales se estima en 4500 millones de dólares al año. Si estas especies continúan desapareciendo a las tasas actuales, las consecuencias para los humanos pueden ser devastadoras.
Consecuencias para la Salud Humana
La defaunación no solo afecta a la biodiversidad, sino que también podría tener graves implicaciones para la salud humana. Como ya se mencionó, la desaparición de especies clave puede facilitar la proliferación de roedores y otros animales que actúan como vectores de enfermedades. El aumento de roedores en áreas de alta densidad humana ya ha demostrado ser un problema, aumentando la exposición a patógenos como los que causan la peste bubónica o el hantavirus.
Los científicos también sugieren que la disminución de la biodiversidad está asociada a un aumento de pandemias globales. A medida que los humanos invaden ecosistemas naturales y tienen un contacto más cercano con la fauna silvestre, aumenta el riesgo de transmisión de zoonosis, enfermedades que saltan de animales a humanos, como se sospecha que ocurrió con el ébola o incluso el COVID-19.
Soluciones y Acciones para Evitar una Mayor Defaunación
Ante este panorama desolador, ¿qué podemos hacer? Los expertos coinciden en que hay varias vías que podrían ayudar a frenar esta sexta extinción. En primer lugar, reducir la sobreexplotación de los recursos y el cambio de uso de los suelos es clave. Evitar la destrucción de los hábitats y garantizar la conservación de las áreas protegidas puede proporcionar refugios seguros para muchas especies.
Además, es fundamental que los esfuerzos de conservación se enfoquen tanto en las especies de megafauna como en las más pequeñas. Las medidas deben incluir la reforestación, la restauración de ecosistemas degradados y la reducción de las emisiones de carbono. Asimismo, el desarrollo y la implementación de políticas sólidas de protección ambiental son esenciales.
Por último, la educación y la concienciación juegan un papel fundamental. Las comunidades locales pueden ser los mayores defensores de la biodiversidad si se les proporciona el conocimiento y los recursos necesarios para gestionar y valorar su entorno. Movimientos de conservación liderados por la sociedad son esenciales para cambiar el rumbo hacia un futuro más sostenible.
Aunque las perspectivas actuales son preocupantes, aún hay oportunidades para revertir algunos de los daños causados. La acción colectiva de gobiernos, científicos y ciudadanos podría ser la clave para detener esta crisis antes de que se vuelva irreversible.