Muchas personas preocupadas por el medio ambiente buscan adquirir productos biodegradables, pensando que estos no tendrán un impacto ambiental negativo. Sin embargo, esto no siempre es cierto. Los términos biodegradabilidad y compostabilidad pueden ser engañosos si no se comprenden correctamente las condiciones necesarias para que un producto biodegradable se degrade sin generar efectos nocivos.
¿Qué implica que un producto sea biodegradable?
Para que un producto sea considerado biodegradable, debe poder descomponerse en elementos básicos como agua, dióxido de carbono y biomasa, gracias a la acción de microorganismos y bajo condiciones adecuadas de temperatura, humedad y oxígeno. Sin embargo, la velocidad y efectividad del proceso de biodegradación varían enormemente dependiendo del entorno. Por ejemplo, un producto biodegradable industrialmente podría no degradarse adecuadamente en un entorno doméstico o en un vertedero común.
Un factor crucial es la disponibilidad de oxígeno. En un vertedero carente de oxígeno, los productos biodegradables pueden descomponerse mediante un proceso anaeróbico, lo que lleva a la liberación de metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono y que contribuye significativamente al calentamiento global.
Biodegradabilidad versus compostabilidad
El concepto de compostabilidad es a menudo confundido con la biodegradabilidad. Si bien todo producto compostable es biodegradable, no todo producto biodegradable es compostable. Para ser considerado compostable, el material debe descomponerse rápidamente, en un ámbito controlado, sin dejar residuos tóxicos o visibles.
Por ejemplo, productos que cumplen con la norma EN 13432, comúnmente acreditada para plásticos compostables, deben degradarse al menos en un 90 % en seis meses en condiciones industriales. Esto implica que no basta con tirarlos al cubo de basura: deben estar bajo condiciones controladas con alta humedad y temperatura para garantizar su compostaje.
En contraste, los productos biodegradables pueden tardar mucho más en descomponerse, y sus restos pueden persistir durante más tiempo si las condiciones no son adecuadas. Esto significa que bolsas o envases biodegradables que no se descomponen bien en la naturaleza pueden fragmentarse en microplásticos, contaminando aún más el entorno.
El gas metano y el aprovechamiento de los residuos
El gas metano es uno de los subproductos más nocivos que resultan de la descomposición de residuos orgánicos en vertederos anaeróbicos. Este gas es responsable de gran parte de la contaminación del aire y el efecto invernadero, que sigue agravando el cambio climático. Sin embargo, en algunos casos, las plantas gestionadas adecuadamente pueden capturar el metano producido y utilizarlo para generar energía renovable. El problema radica en que la mayoría de los vertederos no cuentan con la infraestructura para capturar esta energía, lo que aumenta el impacto negativo del metano liberado en el ambiente.
La mala gestión de residuos: un reto global
Uno de los mayores problemas a nivel global es la mala gestión de los residuos. Según estadísticas, un gran porcentaje de los residuos biodegradables terminan en vertederos o son incinerados. Ambos métodos generan contaminantes que afectan la calidad del aire y del suelo. Especialmente en países en desarrollo, el reciclaje y la reutilización de residuos sigue siendo limitado, lo que agrava los problemas sanitarios y ambientales.
La incineración de estos residuos libera una variedad de toxinas al medio ambiente, lo que puede tener efectos dañinos en la salud humana y la biodiversidad local. Por otro lado, los vertederos, al no ser controlados adecuadamente, pueden quedar sobresaturados, generando lixiviados tóxicos que se filtran en los cuerpos de agua subterráneos.
¿Podemos reducir los residuos?
La solución no solo reside en comprar productos biodegradables, sino también en ejercer una mayor presión sobre las autoridades para implementar una correcta gestión de los residuos. Idealmente, los productos biodegradables deberían compostarse para producir abono orgánico, en lugar de degradarse en lugares donde emitan gases peligrosos como el metano.
Como consumidores, podemos reducir el uso de plásticos y otros productos de un solo uso. Optar por reutilizables, reciclables o con una verdadera capacidad de biodegradación en condiciones naturales, es una gran contribución. Además, cada vez más empresas están apostando por innovaciones en empaques y envases que minimicen el impacto ecológico.
Si bien la biodegradabilidad es un paso en la dirección correcta, sigue siendo insuficiente. Para cambiar realmente el impacto ambiental, necesitamos ir más allá de las decisiones individuales e involucrar cambios sistémicos en cómo producimos, usamos y desechamos productos.
Es nuestro deber exigir un manejo adecuado de los residuos y participar activamente en su separación y reciclaje. Solo a través de la educación ambiental y la responsabilidad social podremos disminuir el impacto de los desechos en el medio ambiente.