
Un amplio diagnóstico científico advierte que el planeta ha traspasado siete de los nueve límites planetarios que sostienen la estabilidad de la Tierra. El nuevo umbral que se suma a la lista es el de la acidificación de los océanos, un cambio químico estrechamente ligado a las emisiones de CO₂ procedentes, sobre todo, de la quema de combustibles fósiles.
Este empeoramiento se refleja en múltiples indicadores y preocupa a la comunidad investigadora por los riesgos sistémicos: cuando varios límites salen de la zona segura a la vez, se refuerzan entre sí y crece la posibilidad de alteraciones abruptas. Equipos del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK) subrayan que una parte mayoritaria de los sistemas de soporte de la vida ya no opera en condiciones seguras.
Qué significa haber rebasado 7 de 9 límites planetarios
El marco de los límites planetarios, propuesto para vigilar los “signos vitales” del sistema Tierra, identifica procesos que mantienen un espacio operativo seguro para la humanidad. Rebasarlos no implica un colapso inmediato, pero sí entrar en zonas de riesgo donde la probabilidad de cambios irreversibles aumenta.
Entre los procesos evaluados se encuentran: cambio climático; integridad de la biosfera; cambio del sistema terrestre (uso del suelo); agua dulce; flujos biogeoquímicos (nitrógeno y fósforo); entidades nuevas (sustancias químicas); acidificación de los océanos; agotamiento del ozono estratosférico; y carga de aerosoles.
Según el último balance de salud planetaria, están sobrepasados: clima, biosfera, sistema terrestre, agua dulce, ciclos de N y P, entidades nuevas y acidificación oceánica. Únicamente se mantienen dentro del rango seguro la capa de ozono y los aerosoles, una señal de que las acciones coordinadas pueden funcionar, como ya demostró el Protocolo de Montreal.
La degradación de la cobertura forestal y la pérdida acelerada de especies sitúan a la biosfera entre las mayores alarmas. Los investigadores advierten que reducciones sostenidas de los bosques por debajo de umbrales críticos elevan el riesgo de cambios de estado en el sistema climático e hidrológico.

Acidificación del océano: el nuevo límite que entra en zona de peligro
El océano absorbe una fracción notable del CO₂ que emitimos (aproximadamente una cuarta parte), pero ese servicio climático tiene costes: en el agua se forma ácido carbónico y desciende el pH. Desde la era preindustrial, el pH superficial ha caído alrededor de 0,1 unidades, lo que supone un aumento de acidez del 30% al 40%.
Este proceso afecta a organismos calcificadores como corales y moluscos y ya se observan daños en especies sensibles como los pterópodos. La preocupación no es solo ecológica: la alteración de las cadenas tróficas puede traducirse en pérdidas para la pesca y en impactos sobre la seguridad alimentaria de cientos de millones de personas.
A ello se suma lo que la Agencia Europea de Medio Ambiente define como “triple amenaza” para los mares: calentamiento, desoxigenación y acidificación. El resultado es un océano bajo presión múltiple, con funciones estabilizadoras debilitadas y menor resiliencia frente a olas de calor marinas cada vez más frecuentes.
Investigadores del PIK apuntan que, si continúa el deterioro, podría reducirse la capacidad del mar para seguir absorbiendo CO₂, dificultando aún más la estabilización del clima. En regiones como el Ártico, el calentamiento acelerado amplifica los efectos, con consecuencias que repercuten en patrones climáticos globales.
Cómo se conectan los límites: clima, agua, suelos y biodiversidad
Los límites interactúan. El cambio del uso del suelo y la deforestación degradan la biosfera y alteran el ciclo del agua, lo que a su vez incide en el clima. En paralelo, el exceso de nutrientes por fertilización ha desequilibrado los flujos de nitrógeno y fósforo, generando zonas hipóxicas en ríos, lagos y mares.
La presión de las entidades nuevas —decenas de miles de compuestos sintéticos, incluidos microplásticos y PFAS— introduce riesgos poco controlados, con efectos potenciales sobre organismos y procesos del sistema Tierra. Este cóctel de estresores incrementa la vulnerabilidad de ecosistemas clave.
Los datos del ciclo del agua muestran intensificación de sequías e inundaciones en extensas áreas, impulsadas por la extracción excesiva y por un clima más cálido. En conjunto, estos procesos estrechan el margen de seguridad y elevan el riesgo de desencadenar puntos de no retorno.
La Amazonia, por ejemplo, es un regulador planetario del clima y del agua dulce; su degradación por deforestación y cambio de uso del suelo tendría repercusiones globales que exceden a la propia región latinoamericana.
El pulso de la evidencia: señales preocupantes, margen de acción abierto
Responsables del PIK y otros centros comparan el estado actual del planeta con un paciente con varios indicadores fuera de rango: cada parámetro alterado es grave por sí solo, pero juntos se potencian. Las advertencias científicas son claras, aunque también recuerdan que se han logrado revertir daños cuando hubo voluntad política, como en la recuperación progresiva del ozono estratosférico.
Expertas en ciencias marinas subrayan que el océano funciona como sistema vital del planeta: produce oxígeno, regula el clima y sostiene una biodiversidad enorme. Ignorar la señal de la acidificación —apuntan— sería dar la espalda a la estabilidad de la que dependemos.
“El fracaso no es inevitable; es una decisión que puede evitarse”, sintetizan voces del ámbito científico, llamando a acelerar la cooperación y a reducir rápidamente las emisiones.
Políticas y acuerdos: cómo responde el mundo
En el frente multilateral, la ratificación del Acuerdo BBNJ establece reglas para la conservación de la biodiversidad más allá de las jurisdicciones nacionales, en sintonía con el Marco Global de Biodiversidad. Este binomio fija objetivos de protección y de reducción de la contaminación en el alto mar.
La Unión Europea impulsa su Estrategia de Resiliencia del Agua para reforzar la gestión integrada ante la acidificación y otros impactos climáticos, y ha lanzado un Pacto por el Océano que articula conservación, economía azul sostenible y la actualización de la Directiva Marco sobre la Estrategia Marina.
La Estrategia de Plásticos europea y las negociaciones hacia un Tratado Global sobre Plásticos buscan recortar la basura marina, mientras las políticas climáticas de la UE y de otros bloques se orientan a recortes profundos de CO₂, la raíz de la acidificación.
De cara a próximas cumbres climáticas, el debate gira en torno a cómo traducir estas promesas en acciones medibles, con financiación y calendarios que estén a la altura de la urgencia reflejada por los límites planetarios.
Impactos económicos y sociales: del arrecife a la mesa
La pérdida de arrecifes de coral por blanqueamiento y disolución de estructuras calcáreas reduce hábitats esenciales para peces, moluscos y crustáceos, debilitando la biodiversidad y afectando a comunidades pesqueras.
Los efectos en cadena no se limitan al medio marino: menos amortiguación del clima y del ciclo del agua implica mayor exposición a eventos extremos, con costes elevados para la agricultura, la infraestructura y la salud pública. La gestión preventiva resulta, a la postre, más rentable que la respuesta a desastres.
La evidencia de que dos límites —ozono y aerosoles— siguen en zona segura gracias a acuerdos internacionales refuerza una conclusión: las soluciones cooperativas funcionan cuando se sostienen con reglas, control y financiación adecuados.
Qué hacer ahora: prioridades para recuperar el espacio seguro
Las líneas de acción se conocen: eliminar gradualmente los combustibles fósiles, acelerar la eficiencia y las renovables, proteger y restaurar ecosistemas terrestres y marinos, y reducir drásticamente la contaminación por nutrientes y por sustancias químicas persistentes.
También es clave cerrar la brecha de gobernanza en alta mar, reforzar áreas marinas protegidas efectivas y alinear la economía azul con criterios de descarbonización y circularidad. La cooperación científica, regulatoria y financiera debe abarcar todos los sectores y escalas, del ámbito local al global.
La foto que emerge de los datos es contundente: el planeta opera fuera de su zona segura en siete procesos esenciales y el océano ha cruzado un nuevo umbral. Aun así, la experiencia con el ozono demuestra que las tendencias se pueden doblar si se actúa con rapidez, coordinación y ambición sostenida.