En los últimos años, la búsqueda de alternativas sostenibles a los combustibles fósiles ha cobrado especial relevancia en el sector de la energía y el transporte. Los llamados e-fuels, o combustibles sintéticos, han emergido como una de las grandes apuestas para descarbonizar industrias que, hasta ahora, presentaban enormes dificultades para reducir sus emisiones, como la aviación o el transporte pesado.
Estos combustibles, generados a partir de hidrógeno verde y CO₂ capturado, prometen una menor huella ambiental y una compatibilidad total con las infraestructuras actuales. Sin embargo, el sector enfrenta todavía retos económicos y tecnológicos importantes para que el uso de e-fuels se generalice a gran escala en los próximos años.
¿Cómo se producen los e-fuels y por qué se consideran sostenibles?
Los e-fuels son líquidos o gases sintéticos creados combinando hidrógeno obtenido por electrólisis de agua usando electricidad renovable y dióxido de carbono capturado, normalmente de procesos industriales o incluso directamente del aire. El resultado es un combustible que, al ser quemado, emite el mismo CO₂ que se utilizó en su producción, lo que permite considerarlo carbono neutral, especialmente si toda la cadena se basa en energía renovable.
Algunos ejemplos de estos combustibles son la e-gasolina, e-diesel y e-queroseno, este último con un papel fundamental en la descarbonización de la aviación, donde la electrificación es inviable para vuelos de largo recorrido.
Aplicación en la aviación: avances y desafíos
El sector aéreo está en el punto de mira, ya que la aviación representa aproximadamente el 2,5% de las emisiones globales de CO₂ provenientes de la energía. Los e-fuels, específicamente el denominado e-SAF (Sustainable Aviation Fuel sintético), ofrecen la posibilidad de reducir hasta un 90% las emisiones respecto a los combustibles convencionales de aviación.
Compañías como OXCCU, junto con otras startups y grandes multinacionales, han realizado pruebas exitosas de vuelos utilizando mezclas de e-fuel. Por ejemplo, KLM y la fuerza aérea británica ya han volado utilizando e-SAF, aunque en cantidades limitadas y en demostraciones.
El principal obstáculo para la expansión del e-fuel en aviación sigue siendo el coste: fabricar un litro de e-fuel puede llegar a ser tres veces más caro que el queroseno tradicional. Para paliar esta diferencia, la Unión Europea y el Reino Unido están desplegando políticas de incentivos y marcos regulatorios que establecen cuotas obligatorias de SAF en los próximos años. Por ejemplo, la UE exigirá que el 0,7% del combustible de aviación sea e-SAF en 2030, mientras que el Reino Unido tiene su propio calendario para aumentar el uso de estos productos.
La escalabilidad también representa un reto fundamental. Producir suficiente hidrógeno verde y captar el CO₂ necesario requiere una gran inversión en instalaciones y energías renovables, además de cooperación internacional y un marco regulatorio estable que brinde seguridad a largo plazo a los productores.
Crecimiento del mercado global y tendencias
El mercado de los e-fuels está creciendo de forma acelerada. Según informes recientes, en 2024 el valor global del mercado se situó en torno a los 159.850 millones de dólares y se espera que alcance los 900.800 millones para 2034, lo que supone una tasa de crecimiento anual compuesto cercana al 19%. La controversia sobre los biocombustibles y su impacto en las emisiones también ha influido en el interés hacia los e-fuels.
Europa lidera actualmente en la adopción y desarrollo de e-fuels gracias a su ambiciosa legislación en materia de descarbonización y a la inversión pública y privada en proyectos de I+D. La región Asia-Pacífico, por su parte, se proyecta como la que experimentará una mayor expansión en los próximos años, impulsada por el crecimiento industrial y la necesidad de reducir la contaminación atmosférica.
Empresas como INERATEC GmbH, Carbon Recycling International, Sunfire GmbH, LanzaTech, Siemens Energy AG y Neste Oyj son algunos de los actores destacados en el sector. Además, compañías energéticas consolidadas como TotalEnergies y Uniper SE también están invirtiendo en estas tecnologías, desarrollando plantas piloto y nuevas líneas de negocio para la producción de combustibles sintéticos.
Perspectivas regulatorias y fiscales
La adopción de los e-fuels está estrechamente vinculada a la existencia de marcos regulatorios claros e incentivos fiscales. La Unión Europea, por ejemplo, ha establecido un sistema de comercio de derechos de emisión (ETS), que permite financiar la diferencia de precio entre SAF y queroseno convencional mediante subvenciones específicas, facilitando así la entrada de los combustibles sintéticos en el mercado.
Países como Reino Unido planean que, para 2030, al menos el 10% de todo el combustible de aviación sea sostenible, aumentando a un 22% para 2040. Algunas aerolíneas, como KLM, han comenzado a probar suplementos en el precio de los billetes para financiar la compra de SAF, evaluando la disposición de los consumidores a colaborar en la transición.
Es probable que solo una combinación inteligente de inversión pública, regulación coherente y apoyo del sector privado permita que los e-fuels alcancen precios competitivos y una producción suficiente en la próxima década.
Oportunidades industriales y retos futuros
El desarrollo de los e-fuels abre la puerta a una nueva industria energética que puede transformar la producción y el consumo de combustibles líquidos y gaseosos. La utilización de CO₂ capturado y energía renovable podría convertir a los e-fuels en una pieza clave no solo en la aviación, sino también en sectores difíciles de electrificar, como el transporte marítimo, ferroviario y algunas industrias.
El alto coste inicial de las plantas de producción, el acceso a hidrógeno verde a gran escala y la infraestructura necesaria para el suministro y la logística son algunos de los obstáculos a superar. No obstante, la colaboración entre empresas tecnológicas, energéticas y gobiernos está promoviendo la innovación, con la esperanza de que los e-fuels se conviertan en una parte habitual del mix energético global.