Una de las peores actividades que pueden afectar al medioambiente y provocar daños extremos es el fracking. Su nombre traducido al español es fracturación hidráulica. Esta técnica ha generado una gran controversia debido a sus posibles efectos dañinos para el medio ambiente y la salud de las personas. Es muy probable que hayas escuchado hablar del fracking en los medios de comunicación, especialmente desde que su uso se popularizó en países como Estados Unidos. También ha habido intentos de implementar el fracking en otros países, incluidos varios de Europa y América Latina.
En este artículo, exploraremos profundamente qué es el fracking, cómo se lleva a cabo y los problemas ambientales y de salud que conlleva. Analizaremos también los argumentos a favor y en contra de esta técnica, así como los impactos que tiene sobre el agua, el aire, el suelo y el clima.
Qué es el fracking
El fracking es una técnica utilizada para extraer gas natural y petróleo del subsuelo. Esta técnica permite alcanzar yacimientos que de otro modo serían difíciles de explotar debido a la baja permeabilidad de la roca que los contiene, típicamente formaciones de pizarra o esquisto. El proceso consiste en perforar un pozo vertical que puede ir de 1.600 a 2.000 metros de profundidad, y luego realizar perforaciones horizontales para aumentar el área de extracción. Posteriormente, se inyecta a alta presión una mezcla de agua, arena y productos químicos en la roca madre. Este proceso genera fracturas en las rocas, lo que libera el gas natural o petróleo atrapado.
La mezcla de agua utilizada en el fracking contiene pequeñas cantidades de aditivos químicos, cuya composición varía según la empresa que realiza la operación. La arena, por su parte, se utiliza para mantener abiertas las fracturas y evitar que se vuelvan a cerrar. Aunque la fracturación hidráulica ha permitido acceder a recursos que antes eran económicamente inviables, ha generado importantes preocupaciones, especialmente debido al uso extensivo de agua, la contaminación del suelo y las emisiones de gases de efecto invernadero.
El fracking se ha extendido rápidamente desde la década de 2010, especialmente en Estados Unidos, donde ha sido clave para la autosuficiencia energética. Sin embargo, también ha causado controversias en otros países, como el Reino Unido y Argentina, donde las comunidades han protestado por sus impactos en el medioambiente y la salud humana. En algunos países, como Francia y España, se ha llegado incluso a prohibir su uso debido a los peligros asociados.
Cómo funciona el fracking
El funcionamiento del fracking empieza con la perforación de un pozo en el terreno, que puede ser tanto vertical como horizontal. El objetivo es alcanzar la formación rocosa que contiene el gas o el petróleo. Una vez alcanzada la zona deseada, se inyecta a alta presión una mezcla de agua, arena y aditivos químicos dentro del pozo perforado. La presión provoca la apertura de pequeñas fracturas en la roca, lo que permite la liberación de los hidrocarburos.
El agua en combinación con otros productos químicos tiene la función de disolver ciertas partes de la roca, mientras que la arena sirve como apuntalante, es decir, impide que las fracturas colapsen y vuelvan a cerrar durante la extracción. Aunque el gas o petróleo extraído es el resultado más visible, también circula hacia la superficie una considerable cantidad de agua contaminada con sustancias químicas y elementos naturales presentes en las formaciones rocosas, como metales pesados y materiales radiactivos.
Uno de los aspectos más criticados del fracking es que gran parte de los productos químicos utilizados no se divulga al público, lo que genera desconfianza en las comunidades afectadas. Además, el proceso genera una considerable cantidad de desechos, tanto en forma de agua contaminada como de lodos tóxicos, que deben ser tratados adecuadamente para evitar impactos severos en los acuíferos y en la salud de las personas.
Peligros del fracking
El fracking conlleva una serie de peligros ambientales y para la salud humana. Las principales preocupaciones se centran en la contaminación del agua y del aire, así como en los riesgos sísmicos. Como mencionamos anteriormente, el fracking requiere el uso de una gran cantidad de agua que se combina con químicos tóxicos. Esta mezcla se inyecta en el subsuelo, lo que puede llevar a la contaminación de acuíferos si el sellado de los pozos no es adecuado o si ocurren fugas. Esto ha sido corroborado por investigaciones como las llevadas a cabo por la Universidad de Duke y la Universidad de Cornell, que indican que las fracturaciones pueden introducir químicos peligrosos en las fuentes de agua subterráneas.
Además, el fracking genera emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero que es alrededor de 25 veces más dañino que el CO2 en términos de su impacto sobre el calentamiento global. Si bien algunos defienden el fracking argumentando que el gas natural tiene menos emisiones que el carbón, el impacto del metano escapado durante la extracción puede revertir este supuesto beneficio. Sin mencionar que las operaciones de fracking a menudo se encuentran en áreas rurales, lo que ocasiona otros efectos colaterales como la contaminación acústica y el deterioro del paisaje.
Algunas de las sustancias químicas utilizadas en el fracking son conocidas por ser cancerígenas, como el benceno y el plomo. Se estima que uno de cada cinco químicos utilizados en la fracturación tiene propiedades tóxicas, lo que supone un problema adicional para la salud de las personas que viven cerca de los sitios de extracción.
Impactos sobre el medioambiente
El fracking tiene una amplia gama de impactos ambientales que van más allá de la contaminación del agua. A continuación, enumeramos algunos de los aspectos más preocupantes:
- Riesgos durante la perforación: Las explosiones o fugas de gas son comunes, y algunos productos químicos utilizados pueden ser radioactivos.
- Contaminación de los acuíferos: Al inyectar hasta 200.000 m3 de agua mezclada con productos tóxicos en cada pozo, existe un alto riesgo de contaminar las reservas de agua subterránea.
- Contaminación del aire: Los gases volátiles liberados en el proceso, como el metano, contaminan el aire local y agravan el cambio climático.
- Sismos inducidos: El fracking ha sido vinculado con el aumento de la actividad sísmica en ciertas áreas, sobre todo en regiones cercanas a fallas tectónicas.
Además de estos, el paisaje natural también se ve alterado de manera permanente, especialmente por la construcción de infraestructuras y plataformas. Esto puede desestabilizar los ecosistemas naturales, afectando la flora y fauna local. También hay un alto impacto en el consumo energético de las plantas de bombeo utilizadas en el proceso, lo que lleva a una mayor demanda de combustibles fósiles.
Uso del agua en el fracking
Uno de los impactos más evidentes y criticados del fracking es el uso masivo de agua. Cada pozo utiliza entre 4,5 y 13,2 millones de litros de agua para fracturar la roca, a lo que se suman aditivos químicos que representan entre un 0,5 y un 2% del volumen total. Estos millones de litros de agua, que en su mayoría provienen de fuentes locales, ponen bajo presión los recursos hídricos, especialmente en áreas donde el agua ya es un recurso escaso.
Lo preocupante es que gran parte de esta agua no puede ser reutilizada una vez que se contamina con los productos químicos utilizados en el fracking. A pesar de los esfuerzos por reciclar parte del agua, el hecho es que millones de litros se pierden para el ciclo hidrológico y son inyectados de nuevo en pozos profundos, lo que a su vez puede generar movimientos sísmicos.
La contaminación de los mantos freáticos es otro tema de preocupación. Aunque las empresas que realizan el fracking aseguran que las capas rocosas sellan cualquier posible fuga, hay evidencias de que en algunos casos los productos químicos han penetrado en fuentes de agua utilizadas para consumo humano. En países como Estados Unidos, se han detectado productos tóxicos, incluyendo benceno y plomo, en el agua potable de regiones cercanas a áreas de fracking.
Incluso cuando el agua contaminada regresa a la superficie, el manejo de desechos sigue siendo un problema sin resolver. El almacenamiento en pozos temporales o en lagunas de evaporación puede poner en riesgo los ecosistemas locales.
Impacto sobre el aire y la atmósfera
El fracking no solo contamina el agua, sino también el aire. Diversos estudios han demostrado que las operaciones de fracking generan emisiones de gases de efecto invernadero, especialmente metano. Aunque el gas natural se promociona como una fuente de energía más limpia que el carbón, las fugas de metano durante el proceso tienen un impacto negativo considerable porque el metano es un gas mucho más potente que el CO2 para el calentamiento global.
Además, el uso de maquinaria pesada en las plantas de fracking también contribuye a la contaminación del aire. Estas máquinas funcionan generalmente con combustibles fósiles, lo que aumenta las emisiones de carbono. La quema de gas en antorchas (práctica común en algunos sitios de fracking) también libera contaminantes atmosféricos como óxidos de nitrógeno y compuestos orgánicos volátiles, los cuales pueden formar ozono troposférico.
Los efectos sobre las personas pueden incluir problemas respiratorios, especialmente en las comunidades cercanas a los sitios donde se realiza fracking. La inhalación de partículas finas y los gases tóxicos pueden provocar enfermedades crónicas, como el asma, y otras afecciones pulmonares. Además, la contaminación acústica generada por la maquinaria y el tránsito de vehículos contribuye a la degradación de la calidad de vida en las áreas afectadas.
En última instancia, el fracking se presenta como una solución temporal a la demanda energética, pero sus consecuencias pueden ser persistentes y difíciles de mitigar. A pesar de las regulaciones impuestas en algunos países, los desafíos ambientales que plantea esta técnica continúan siendo un tema candente de debate en todo el mundo.