En los últimos años, la gestión y conservación de los acuíferos en España se ha situado en el centro del debate ambiental, debido al fuerte impacto del cambio climático, el crecimiento urbano y la presión sobre los recursos hídricos. Diversos informes científicos y organismos internacionales advierten de la necesidad de tomar medidas urgentes para garantizar la sostenibilidad de estos reservorios subterráneos, fundamentales para el suministro de agua, la agricultura y la conservación de valiosos ecosistemas.
La degradación de los acuíferos responde tanto a procesos de urbanización acelerada como a la variabilidad y reducción de precipitaciones, lo que sitúa a regiones como Valencia, Andalucía y Cataluña ante el reto de transformar sus políticas de gestión del agua y su desarrollo territorial. Las propuestas actuales giran en torno a una gestión más precisa, coordinada y adaptada a la nueva realidad climática.
El acuífero de la Plana de Valencia, en el punto de mira
Según un reciente estudio llevado a cabo por la Universitat Politècnica de València (UPV) y la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, la expansión urbanística en la Plana de Valencia ha supuesto una notable reducción del valor ambiental de su principal sistema acuífero. Los resultados obtenidos alertan de que, en apenas tres décadas, la zona urbanizada ha crecido un 70%, mientras que las áreas agrícolas de secano han experimentado un descenso superior al 59%. Esta transformación del uso del suelo ha provocado que, de acuerdo al Índice Ambiental Ponderado (WEI), el valor ambiental haya bajado un 9,2% entre 1990 y 2018.
Los especialistas del Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente (IIAMA) subrayan la importancia del acuífero como elemento clave para el suministro de agua potable, el mantenimiento de la biodiversidad y el equilibrio ecológico de espacios protegidos como el Parque Natural de l’Albufera. La pérdida de recarga en el acuífero, junto al incremento del riesgo de inundaciones, es especialmente preocupante tras fenómenos como la DANA de octubre de 2024, que dejó cientos de víctimas en áreas previamente identificadas como vulnerables.
Durante los años 2000 a 2012, coincidiendo con el auge inmobiliario, se concentró la mayor parte del crecimiento en infraestructuras y urbanizaciones, incluso en zonas hidrológicamente delicadas como la llanura aluvial del río Turia. Los expertos consideran urgente incorporar criterios de resiliencia climática y proponen proteger suelos agrícolas, recuperar llanuras aluviales e impulsar soluciones basadas en la naturaleza como estrategias prioritarias.
El reto de Doñana: sobreexplotación y políticas de recuperación
El acuífero detrítico de Almonte-Marismas, que alimenta el ecosistema de Doñana, sigue bajo una alerta permanente por parte de organismos nacionales e internacionales, como la UNESCO. A pesar de un año de lluvias superiores a la media, las autoridades andaluzas insisten en que «un solo año excepcional no basta para recuperar los acuíferos» y que los problemas de sobreexplotación, uso agrícola intensivo y descenso de la pluviometría perseveren desde hace más de dos décadas.
La consejera de Sostenibilidad y Medio Ambiente ha remarcado la necesidad de una acción conjunta entre Junta de Andalucía y Gobierno central, evitando la dilación administrativa y asegurando la llegada efectiva de ayudas a los agricultores. El plan de protección ha supuesto movilizar más de 1.400 millones de euros para obras hidráulicas, restauración de caños y compra de fincas estratégicas, medidas vitales para recuperar las reservas subterráneas y frenar la degradación del parque.
La inspección y clausura de pozos ilegales es otra de las líneas de trabajo, fundamental para frenar la extracción descontrolada, aunque las autoridades reconocen que la situación actual es fruto de años de políticas laxas. El objetivo final es evitar que Doñana sea considerada zona vulnerable, conservando su riqueza ecológica y su función para las generaciones futuras.
Nuevas estrategias de gestión en Cataluña y la cuenca del Segura
La Agencia Catalana del Agua (ACA) ha presentado una modificación relevante en el Plan Especial de Actuación en situación de Alerta y Sequía, consistente en dividir la unidad de explotación del acuífero Fluvià Muga en dos. Esta decisión se basa en la evidencia de que, durante las recientes sequías, el comportamiento del acuífero ha sido heterogéneo según las zonas, lo que hace necesaria una gestión diferenciada y un control piezométrico más preciso.
Se espera que, con la creación de una unidad específica para el Muga y otra para el Fluvià, las futuras medidas de gestión puedan minimizar el impacto en la agricultura, sector especialmente vulnerable ante los descensos en la recarga de los acuíferos. El plan está actualmente en fase de información pública, permitiendo la participación ciudadana y el envío de alegaciones durante varias semanas.
En la cuenca del Segura, la Confederación Hidrográfica ha declarado en riesgo de no alcanzar el buen estado químico la masa de agua subterránea del Campo de Cartagena, por lo que ha iniciado la constitución de una comunidad de usuarios y la publicación de nuevas ordenanzas, buscando equilibrar los actuales derechos sobre el agua y garantizar tanto la calidad como la cantidad del recurso.
Valencia como referente para otras regiones mediterráneas
El enfoque adoptado en Valencia ha servido de inspiración para otras regiones mediterráneas donde la presión urbana y agrícola sobre los acuíferos es igualmente crítica. La metodología aplicada, basada en el uso de indicadores ambientales avanzados e integración de datos satelitales, permite replicar modelos de gestión sostenible en áreas como las costas andaluzas, Doñana o el Alt Empordà.
Actualmente, los equipos de investigación continúan validando sus resultados y desarrollando nuevas propuestas para comparar indicadores ambientales reales, como la calidad del agua subterránea o las variaciones en la biodiversidad, con los valores teóricos calculados. Este trabajo busca fortalecer la base científica para decisiones futuras y para la adaptación de territorios especialmente vulnerables al clima mediterráneo.
Es fundamental gestionar de forma integral los recursos hídricos y priorizar la protección de los sistemas subterráneos frente a la urbanización, el cambio climático y la sobreexplotación. La colaboración y la innovación serán claves para salvaguardar el agua y los ecosistemas sobre los que depende el bienestar de millones de personas.