Durante estos meses, el precio del gas natural y del CO2 está escalando, lo que repercute directamente en el coste de la electricidad de buena parte de Europa. Este incremento afecta tanto a grandes empresas como a familias y pequeñas compañías, que ven cómo sus gastos energéticos aumentan ante las previsiones para el próximo invierno.
Los mercados eléctricos europeos funcionan bajo una lógica en la que el precio final de la electricidad se determina por la tecnología más cara necesaria para cubrir la demanda. En muchas ocasiones, esa tecnología es la generada con gas natural. A esta situación se suma el coste de los derechos de emisión de CO2, que obliga a las centrales contaminantes a comprar permisos para cada tonelada de carbono liberada a la atmósfera.
Mercado eléctrico marginalista y el papel del CO2
El sistema marginalista, en el que el precio lo fija la última tecnología que entra para cubrir la demanda, suele deixar en manos de las plantas de gas la formación del precio, especialmente cuando la generación renovable o nuclear no son suficientes. El aumento del coste del gas arrastra consigo el alza en el precio mayorista de la electricidad, y el coste de los derechos de emisión de CO2 implica un sobrecoste adicional para las centrales de gas y carbón, que tienen que pagar por el carbono liberado durante la producción.
En los últimos años, la Unión Europea ha endurecido la normativa sobre emisiones para acelerar la transición energética. Esto ha provocado un incremento significativo del precio del CO2 en los mercados, que en 2025 se mantiene por encima de los 40-50 euros por tonelada y con perspectivas de continuar subiendo según los objetivos de descarbonización para 2030.
La expansión del sistema ETS2 y su impacto doméstico
Este año, la UE ha avanzado con la puesta en marcha del nuevo Sistema de Comercio de Emisiones (ETS2), que cambiará la factura energética de millones de consumidores. Sectores como el transporte por carretera y la calefacción de edificios entrarán progresivamente en el sistema, lo que hará que el precio del CO2 tenga un efecto inmediato en los costes de la gasolina, el gasóleo y el gas doméstico.
En la práctica, los proveedores de combustibles tendrán que adquirir derechos por cada tonelada de CO2 generada, y esto se reflejará en el precio final de los combustibles y la calefacción. Según cálculos de la Comisión Europea, un precio base de 48 euros por tonelada podría generar subidas de hasta 0,11 euros por litro en gasolina y 0,13 euros en diésel, además de encarecer la calefacción a gas en varios euros por megavatio hora.
Riesgos, dudas y desafíos: la electricidad europea ante el cambio
El panorama actual presenta cierta incertidumbre. Algunos países han solicitado retrasar la entrada en vigor del ETS2 argumentando dificultades sociales y económicas, mientras que la Comisión Europea insiste en cumplir los plazos de descarbonización. Además, se ha activado una reserva de estabilidad del mercado para evitar olas de especulación y picos de precios, aunque su efectividad aún está por determinarse.
Por otra parte, los antecedentes internacionales reflejan la complejidad del proceso: en Canadá, el precio del carbono generó controversia política al subestimar su impacto social, a pesar de las medidas de compensación. En Europa, los gobiernos deben equilibrar la exigencia climática con la protección social para que la transición no deje atrás a quienes dependen de los combustibles convencionales.
El precio de la electricidad en Europa seguirá condicionado por la evolución del gas y del CO2, en un entorno donde la descarbonización es prioritaria, pero la seguridad de suministro y el coste para consumidores y empresas siguen siendo temas de debate. Las políticas de transición y los mecanismos de compensación social serán esenciales para que este nuevo modelo energético sea beneficioso y sostenible.