Desde el accidente nuclear de Fukushima Daiichi en 2011, la planta ha sido un símbolo de los riesgos de la energía nuclear. El terremoto de magnitud 9,0 que golpeó Japón, seguido de un devastador tsunami, dañó gravemente los reactores de la planta, provocando fusiones parciales y dejando aproximadamente 880 toneladas de combustible nuclear. Desde entonces, robots avanzados han sido desarrollados para adentrarse en los reactores y realizar tareas que los humanos no pueden realizar debido a la radiación letal.
Desafíos de los Robots en Fukushima
Al inicio de los trabajos de desmantelamiento de la planta nuclear, los ingenieros de TEPCO desarrollaron múltiples robots especializados para entrar en los reactores dañados. Sin embargo, uno de los mayores problemas que enfrentan estos robots es la radiación extrema. En el momento en que se acercan demasiado al núcleo, su cableado y componentes electrónicos se ven severamente afectados, lo que los convierte en inservibles en poco tiempo.
Los robots, que son esenciales para mapear y retirar los restos de los reactores, a menudo ‘mueren’ debido a la potencia de la radiación. Las temperaturas y los niveles de radiación dentro del reactor son tan altos que incluso los dispositivos más avanzados no pueden operar de manera sostenida.
A pesar de estos desafíos, los robots continúan desempeñando un papel crucial. Algunos pueden ‘nadar’ en agua altamente radiactiva, sobrepasar obstáculos o inspeccionar áreas que serían letales para los humanos. Sin embargo, su vida útil es lamentablemente corta, y desarrollar cada robot puede tomar años.
El estado actual de la planta y las filtraciones
Una de las mayores preocupaciones en el sitio de Fukushima es la continua filtración de radiación al agua subterránea que se drena al Océano Pacífico. Durante los primeros años después del accidente, las filtraciones continuas representaron una amenaza global. Para mitigar este problema, se construyó un «muro de hielo» subterráneo, destinado a detener el flujo de agua radiactiva.
Aunque la construcción de este muro ha reducido las filtraciones, la fuga de radiación no ha sido completamente detenida. Las autoridades han informado que, aunque se han logrado avances, el problema persiste. Se prevé que tomará décadas más para reducir estos niveles de radiación a niveles aceptables. Los miles de tanques que guardan agua radiactiva, una cantidad que sigue en aumento, representan un reto logístico y medioambiental.
Además de los restos de combustible nuclear, también se ha detectado agua altamente radiactiva con niveles suficientes para ser dañinos incluso para robots diseñados específicamente para este propósito.
Nuevos desarrollos y avances tecnológicos
En los últimos años, la tecnología ha avanzado significativamente en los esfuerzos por desmantelar la planta. Nuevos robots como el modelo apodado ‘Telesco’, desarrollado por TEPCO, pueden extenderse hasta 22 metros, lo que les permite llegar a áreas previamente inexploradas dentro de los reactores. Equipados con luces, cámaras y pinzas para recoger muestras, estos robots han sido clave para obtener información crucial sobre los restos de combustible derretido.
Uno de los principales objetivos es retirar muestras del combustible fundido para analizarlas y comprender mejor su composición y estado. Estos robots avanzados son los primeros en llegar al fondo de los reactores y extraer pequeñas cantidades de material radiactivo, un logro crucial hacia el eventual desmantelamiento total de la planta.
Además de los robots terrestres, se planean drones diminutos que volarán por los conductos y túneles más estrechos de los reactores. En la unidad 1 de la planta, por ejemplo, los drones permitirán obtener imágenes en alta definición y crear un mapa detallado del estado de los materiales dentro del reactor. Tal tecnología es vital para planificar la retirada de restos de combustible en los próximos años.
Progreso en el desmantelamiento: hitos alcanzados y próximos retos
A pesar de los obstáculos, se han logrado algunos avances tangibles. Desde 2013, se ha logrado extraer más de 1.300 barras de combustible gastado de una de las piscinas de enfriamiento del reactor número 4 de la planta. En octubre de 2024, empezó otra misión clave con el objetivo de retirar las barras restantes de los otros reactores.
A medida que se desarrollan tecnologías más avanzadas, también se abren nuevas vías para abordar los reactores más dañados, como la Unidad 3. Aunque se esperan dificultades, la investigación sobre el combustible fundido en las plantas nucleares de Fukushima es fundamental para aprender cómo prevenir futuros desastres nucleares y desarrollar métodos más seguros de operar y mantener reactores.
Además, la comunidad científica ha señalado que la retirada de los reactores de Fukushima puede ofrecer información única para futuros proyectos de desmantelamiento nuclear en otras partes del mundo, incluidos sitios como Three Mile Island en los Estados Unidos.
En los próximos años, se espera que nuevas tecnologías, incluidas mejoras en la robótica y sensores avanzados, permitan a los equipos de desmantelamiento realizar su trabajo de manera más segura y eficiente. Se ha estimado que tomará entre 30 a 40 años completar el proceso de desmantelamiento de la planta Fukushima Daiichi, aunque algunos expertos creen que podría llevar incluso más tiempo debido a los retos técnicos y la acumulación constante de agua radiactiva.
El desmantelamiento de Fukushima no solo supone un paso hacia la limpieza de un lugar altamente contaminado, sino que también plantea preguntas cruciales sobre el futuro de la energía nuclear en Japón y el resto del mundo. El accidente nuclear de 2011 alteró dramáticamente la percepción pública de la seguridad de la energía nuclear, lo que llevó a la mayoría de los países a hacer una pausa para reevaluar sus políticas energéticas.
El uso de robots para desmantelar Fukushima ha sido vital para gestionar los riesgos asociados con la radiación extrema. Aunque estos robots enfrentan desafíos importantes, siguen siendo la mejor opción para avanzar en un entorno tan peligroso. Los avances continuos en tecnología robótica y de sensores serán clave para lograr un desmantelamiento seguro y eficaz de la planta.