Los récords globales de temperaturas en 2015 y 2016 han generado una crisis humanitaria sin precedentes, duplicando en impacto a los conflictos armados como causa de desplazamiento y migración, según la OMM (Organización Meteorológica Mundial). Este fenómeno ha desencadenado sequías, golpes de calor, inundaciones y fuegos, afectando la seguridad alimentaria y el acceso a agua potable para más de 60 millones de personas en todo el mundo. Con 2016 registrando las mayores temperaturas jamás vistas, la preocupación sobre lo que ocurrirá en los próximos años es cada vez mayor.
Escenario de crisis humanitaria en 2015-2016
La OMM ha advertido que 2016 fue el año más cálido registrado, con temperaturas globales superando incluso los récords alcanzados en 2015. Los datos preliminares indicaron que las temperaturas globales de ese año fueron aproximadamente 1,2 grados por encima de los niveles preindustriales. Entre enero y septiembre de 2016, la temperatura media global fue 0,88 grados más alta que la media de referencia establecida por la OMM para el periodo 1961-1990, que es de 14 grados.
Impacto directo del cambio climático
Las temperaturas extremas alcanzaron picos significativos en los primeros meses de 2016 principalmente por el potente evento de El Niño de 2015-2016. Este fenómeno climático contribuyó a elevar las temperaturas y generar un impacto aún mayor en diversas regiones del mundo. Entre las áreas más afectadas destacan el sur y el este de Asia, donde olas de calor, incendios forestales e inundaciones devastadoras tuvieron consecuencias masivas. Estos fenómenos meteorológicos extremos contribuyeron a la destrucción de cultivos, la falta de agua potable y, por ende, a un desplazamiento masivo de personas.
El Niño también provocó un aumento significativo del calor oceánico y, consecuentemente, un aumento en el nivel del mar y la decoloración de los arrecifes de coral, afectando gravemente a los ecosistemas marinos. Este fenómeno fue el detonante de otros desastres meteorológicos en el año 2016, como el huracán Matthew, que provocó una de las crisis humanitarias más graves en Haití desde el terremoto de 2010.
Consecuencias para la seguridad alimentaria
El incremento de las temperaturas mundiales ha tenido efectos devastadores en la agricultura y la seguridad alimentaria. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), más de 60 millones de personas en el mundo, especialmente en los países en desarrollo, han sido afectadas por los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático en 2016.
En regiones como el Sahel africano, las sequías prolongadas y las olas de calor han interferido con los ciclos agrícolas, afectando las cosechas y provocando una crisis alimentaria generalizada. En Senegal, el retraso y la irregularidad de las lluvias causaron graves daños a los cultivos de arroz, maíz y mijo, esenciales para la subsistencia de más del 90% de la población rural.
Migración y desplazamiento forzado
Uno de los aspectos más alarmantes del calentamiento global ha sido el desplazamiento masivo de personas. En 2015, las temperaturas extremas provocaron el desplazamiento de más de 19 millones de personas de regiones afectadas por sequías, olas de calor e inundaciones. Estas cifras son el doble de las personas desplazadas por conflictos y violencia, que en 2015 afectaron a 113 países. Las regiones más afectadas fueron el sur y el este de Asia.
En países como Colombia, el fenómeno de El Niño provocó una sequía extrema que afectó la producción agrícola y desencadenó la migración de miles de personas que dependían de estos cultivos para subsistir. Esto generó una grave crisis alimentaria y social en la zona, que aún lucha por recuperarse de los efectos devastadores de este fenómeno climático.
En América Central, la situación no fue diferente. Las sequías hicieron estragos en países como Guatemala, Honduras y El Salvador, donde millones de personas padecen inseguridad alimentaria.
El impacto en los océanos y los ecosistemas marinos
El calor oceánico también desencadenó uno de los eventos más preocupantes para los ecosistemas marinos: la decoloración masiva de los arrecifes de coral. En algunas partes del mundo, como la Gran Barrera de Coral en Australia, los corales experimentaron una tasa de blanqueamiento del 50%. Esto no solo afecta a los ecosistemas marinos, sino también a las pesquerías y la seguridad alimentaria de las comunidades costeras que dependen de estos recursos.
Además, los niveles del mar siguieron aumentando como resultado del aumento de las temperaturas. Este fenómeno ha exacerbado las inundaciones costeras, poniendo en riesgo la vida de millones de personas en regiones insulares y costeras de todo el mundo.
El papel del Acuerdo de París
En medio de este panorama desalentador, el Acuerdo de París sobre el cambio climático, que entró en vigor en 2016, intenta abordar el cambio climático a nivel global. El Acuerdo tiene como objetivo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 °C por encima de los niveles preindustriales, con un esfuerzo adicional para no superar los 1,5 °C.
A pesar de los compromisos adoptados por los países, muchas proyecciones indican que es poco probable que se logre este objetivo si no se toman acciones mucho más drásticas. Según informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), para mantener el aumento de la temperatura en 1,5 °C, sería necesario reducir las emisiones de CO2 en un 45% para 2030 con respecto a los niveles de 2010. Sin embargo, muchos países no están implementando las medidas necesarias para cumplir con este objetivo.
El año 2016 es un claro ejemplo de los efectos catastróficos del cambio climático si no se toman acciones inmediatas. Las olas de calor, como las registradas en Australia, o los récords de temperaturas observadas en regiones como el Ártico y Rusia, son solo algunos de los signos de que el calentamiento global sigue en aumento.
El clima extremo está contribuyendo a una mayor vulnerabilidad en las comunidades más pobres, que enfrentan el aumento de fenómenos meteorológicos severos sin los recursos para adaptarse o mitigar los impactos. En muchos casos, las consecuencias ya han superado los límites de lo manejable, provocando una nueva crisis humanitaria que afecta a millones de personas en todo el mundo.
Los años 2015 y 2016 han sido años marcados por un aumento sin precedentes en las temperaturas y fenómenos meteorológicos extremos. La urgencia de abordar el cambio climático se hace cada vez más evidente, y los efectos sobre la población más vulnerable subrayan la necesidad de acciones globales más rápidas y decididas.