En la mayor zona oceánica donde la tasa de oxígeno es tan débil que no se puede medir, el azote se escapa hacia la atmósfera. Situada en el Pacífico Sur, esta región contribuye en gran parte a la pérdida del azote de la masa oceánica mundial. Según un estudio publicado en Nature, los científicos han identificado los principales mecanismos en juego, que revelan la relación directa entre el ciclo del azote y el cambio climático.
Ciclo del azote y su perturbación
El ciclo del azote es clave para los ecosistemas oceánicos. La perturbación humana sobre este ciclo es particularmente importante. Las actividades humanas, especialmente la industria y el uso de abonos químicos, han introducido flujos contaminantes de azote en cantidades que superan los flujos naturales. Hoy en día, las actividades industriales liberan alrededor de 90 millones de toneladas de óxido de azote (NOx) y amoníaco (NH3) anualmente a la atmósfera. Además, los abonos químicos añaden aproximadamente 80 millones de toneladas de compuestos de azote a la tierra, una cantidad alarmante.
Comprender el ciclo del azote es crucial para prever cómo el océano puede responder ante el cambio climático. El azote es uno de los nutrientes esenciales que limitan la vida en los océanos y su desequilibrio afecta gravemente a la vida marina. Los intercambios de azote están dominados por transformaciones microbianas, ya que la biomasa solo puede asimilar azote en formas de minerales (NO3- y NH4+).
Zonas de mínimo oxígeno (OMZ)
En los océanos, existen zonas conocidas como Zonas de Mínimo Oxígeno (OMZ), donde los microbios, al no disponer de oxígeno, recurren a diversas fuentes de azote disuelto para sobrevivir. Este proceso lleva a la producción de grandes cantidades de gases con efecto invernadero, como el óxido de nitrógeno o protóxido de azote (N2O), un gas 300 veces más potente que el CO2. Posteriormente, este gas es liberado a la atmósfera, agravando el calentamiento global.
El aumento de los niveles de N2O es sumamente preocupante, ya que contribuye directamente a la crisis climática. El estudio de estas zonas es esencial porque la expansión de estos espacios desoxigenados está vinculada a la influencia del cambio climático y lo que parece ser una constante reorganización de la biogeoquímica marina.
Impacto del cambio climático en los océanos
El cambio climático está causando cambios sin precedentes en los océanos. Uno de los impactos más destacados es el aumento de las temperaturas oceánicas. Según el IPCC, desde la década de los 70, los humanos han sido la principal causa del aumento del calor oceánico. En estos últimos años se han registrado olas de calor marinas más frecuentes, duraderas e intensas, que han causado la decoloración de corales y la posterior destrucción de los arrecifes.
Un dato alarmante es que, en 2021, cerca del 60% de la superficie oceánica mundial experimentó al menos un episodio de olas de calor. Estos eventos son una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad marina. El aumento de temperaturas también ha provocado que muchas especies marinas migren hacia aguas más frías, alterando el equilibrio de los ecosistemas y afectando a la seguridad alimentaria de las poblaciones humanas que dependen del océano.
Acidificación de los océanos
Otra consecuencia directa del cambio climático es la acidificación de los océanos. Este fenómeno ocurre porque los océanos absorben grandes cantidades de CO2, lo que modifica la química del agua, disminuyendo su pH. La acidificación afecta especialmente a los organismos que dependen del carbonato de calcio para formar sus conchas y esqueletos, como los corales, los moluscos y el fitoplancton calcificador.
El desequilibrio químico en el agua no solo pone en riesgo a estas especies, sino que también amenaza a todos los seres que dependen de ellas, ya que son la base de muchas cadenas alimenticias marinas. A medida que los océanos se vuelven más ácidos, también aumenta la vulnerabilidad de los ecosistemas marinos ante otros factores de estrés, como el calentamiento y la contaminación.
Aumento del nivel del mar
El aumento del nivel del mar es otra grave consecuencia del cambio climático. Desde la década de los 90, los mares han crecido a un ritmo alarmante debido a la fusión del hielo polar y la expansión térmica del agua al calentarse. Regiones como el Pacífico Tropical han experimentado elevaciones del nivel del mar de más de 15 centímetros, lo que pone en peligro a muchas comunidades costeras.
Este fenómeno no solo afecta a la vida marina, sino que también tiene graves implicaciones para millones de personas que viven en regiones costeras bajas. Las inundaciones, la erosión y la salinización de fuentes de agua dulce son solo algunas de las consecuencias que ya estamos viendo.
Medidas para mitigar el impacto humano
Aunque gran parte de los efectos del cambio climático en los océanos ya no se pueden revertir, aún es posible mitigar su impacto y adaptarse a los cambios. Algunas de las acciones clave incluyen la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, la restauración de ecosistemas marinos como los manglares y los arrecifes de coral, y la implementación de políticas internacionales que frenen la sobrepesca y la contaminación marina.
También es fundamental promover la economía azul sostenible, que busca aprovechar los recursos oceánicos de manera responsable y respetuosa con el medio ambiente. Las empresas y gobiernos tienen la responsabilidad de adoptar soluciones innovadoras que minimicen el impacto de las actividades humanas en los océanos.
El aumento en la investigación y el monitoreo de los océanos es esencial para desarrollar soluciones más eficientes. Solo a través de la acción colectiva a nivel local e internacional, podremos proteger a los océanos y garantizar su capacidad de seguir desempeñando su papel crucial en la regulación del clima y la vida en la Tierra.
El cambio climático y su impacto en los océanos es un desafío global que está afectando a todos los seres vivos del planeta. Desde los procesos microbianos que regulan los ciclos de nutrientes hasta los ecosistemas visibles como los arrecifes de coral, es imprescindible que tomemos medidas ahora para asegurar que estos sistemas puedan seguir nutriendo la vida en la Tierra para las generaciones futuras. La ciencia nos ha mostrado el camino; ahora, depende de nosotros actuar de acuerdo con ese conocimiento.