Desde 1776, Estados Unidos ha utilizado diversas fuentes de energía, lo que nos permite analizar su evolución como reflejo de los cambios globales en el consumo energético. Este país ha pasado de usar madera como principal fuente de energía a depender del carbón, petróleo y gas natural, los combustibles fósiles más usados en la historia reciente del mundo.
En varias gráficas de la Administración de Información Energética (EIA por sus siglas en inglés), podemos observar de manera clara los cambios históricos en las fuentes de energía y cómo se distribuyen. A medida que avanzamos en el tiempo, es evidente cómo los combustibles fósiles dominaron la matriz energética de Estados Unidos durante más de un siglo. A pesar del auge de las energías renovables, las fuentes fósiles aún conservan una importante participación en el mix energético del país.
El dominio de los combustibles fósiles
Desde finales del siglo XIX, el carbón empezó a ganar terreno como la principal fuente de energía, desplazando a la madera. Su ascenso fue tal que para 1900 el carbón abastecía a la mayor parte de las fábricas y locomotoras del país. Ya hacia mediados del siglo XX, el carbón fue superado por el petróleo en consumo energético, convirtiéndose este último en el combustible más usado, especialmente en el sector del transporte.
Gas natural también fue ganando terreno en la matriz energética nacional durante la segunda mitad del siglo XX, y se convirtió en una fuente clave para la generación de electricidad, desplazando aún más al carbón. A pesar de eventos en los años 70 que interrumpieron momentáneamente el consumo de los fósiles, su dominio no fue puesto en duda hasta la llegada de las energías renovables décadas después.
La fuerte dependencia de Estados Unidos de estos tres combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón) se prolongó durante más de un siglo, abarcando hasta el 80% del consumo energético total del país. Aunque en años recientes ha habido un fuerte impulso hacia las energías renovables, no se espera que los fósiles desaparezcan del escenario inmediato.
Inicios energéticos: La madera
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, la madera jugó un papel preponderante como la principal fuente de energía en los hogares estadounidenses. Este recurso era abundante y renovable, proporcionando calefacción y energía para cocinar. Durante muchos años fue la columna vertebral de la economía doméstica hasta que la llegada del carbón revolucionó la industria.
El uso de la madera empezó a disminuir hacia mediados del siglo XIX, momento en el que el carbón se convirtió en la energía dominante para impulsar el auge industrial. La transición desde la madera al carbón tuvo serias implicaciones en el desarrollo socioeconómico de Estados Unidos, facilitando la expansión de las fábricas y el transporte ferroviario, sectores clave para consolidar el crecimiento del país.
La era nuclear y la transición
La segunda mitad del siglo XX vio la emergencia de una nueva forma de energía: la energía nuclear. Desde su primera planta comercial en los años 50, la energía nuclear fue vista como una alternativa confiable y limpia frente a los combustibles fósiles. Sin embargo, a pesar de su potencial, su crecimiento fue lento y su integración a la matriz energética estancada debido a problemas como accidentes y preocupaciones sobre la seguridad.
No obstante, las plantas nucleares continúan operando y generando casi un 19% de la electricidad total de Estados Unidos en la actualidad. A diferencia de otros países que han disminuido su dependencia de esta fuente, como Japón tras el desastre de Fukushima, Estados Unidos sigue considerando la energía nuclear como un pilar clave en su transición hacia una energía más limpia.
Energías renovables: un cambio necesario
Las energías renovables, entre las que se incluyen la hidráulica, eólica, solar y biomasa, tuvieron un resurgimiento en la década de los años 80 y se perfilan como la base del futuro energético de Estados Unidos. Si bien su crecimiento fue lento en las primeras décadas, desde la primera década del siglo XXI el país ha registrado avances significativos, especialmente en energía solar y eólica.
Para 2014, las energías renovables representaban el 10% del consumo energético total del país, y este porcentaje ha ido aumentando con cada año. En 2022, por ejemplo, la energía eólica superó a la hidroeléctrica como la fuente renovable más utilizada. Este cambio se debe en parte a los notables avances tecnológicos que han hecho esta energía más accesible y competitiva en comparación con los combustibles fósiles.
Hoy en día, aproximadamente el 17% de la electricidad generada en los Estados Unidos proviene de fuentes renovables. Aunque la cifra puede parecer modesta en comparación con otras naciones, como Dinamarca, que generan más del 50% de su electricidad a través de energías renovables, la tendencia sigue al alza en Estados Unidos.
El futuro energético de Estados Unidos
A medida que avanzamos hacia las siguientes décadas, el panorama energético de Estados Unidos enfrenta retos y oportunidades. La reducción de la dependencia de combustibles fósiles es clave no solo para la sostenibilidad, sino también para cumplir con los compromisos internacionales bajo acuerdos como el Acuerdo de París, destinado a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Se prevé que el gas natural y el petróleo seguirán siendo predominantes en el corto plazo, pero se espera que las energías renovables, como la eólica, solar y la biomasa, continúen su crecimiento acelerado. En particular, la solar está viendo un aumento exponencial en la cantidad de instalaciones y capacidad de generación, gracias en parte a incentivos fiscales y marcos regulatorios más favorables.
El futuro de Estados Unidos dependerá de su capacidad para integrar fuentes más limpias y sostenibles en su mix energético. Siguiendo los pasos de otras naciones como Francia o Alemania, que han avanzado considerablemente en la transición hacia una energía baja en carbono, Estados Unidos busca equilibrar su dependencia de los fósiles con las necesidades ambientales y económicas del siglo XXI.
Con una estrategia bien pensada y un mayor impulso en la investigación y desarrollo, Estados Unidos puede liderar la revolución energética verde en los próximos años, estableciendo un ejemplo para el resto del mundo y asegurando un futuro más sostenible para las generaciones venideras.