La tundra ha sido considerada un importante pozo de carbono, actuando como un sumidero que almacena grandes cantidades de carbono en su suelo congelado. Sin embargo, los efectos del cambio climático están alterando profundamente esta función. El aumento progresivo de las temperaturas está provocando la liberación de este carbono en forma de dióxido de carbono (CO2) y metano a la atmósfera, exacerbando el calentamiento global.
Los ecosistemas de tundra, ubicados en regiones árticas como Groenlandia, Siberia y Alaska, son particularmente sensibles a los cambios en el clima. Durante más de una década, investigadores de la estación de Zackenberg en el norte de Groenlandia han estado monitoreando el balance de carbono en la tundra del hemisferio norte, revelando cómo los organismos que habitan en estas regiones están cambiando su rol como almacenadores de carbono a emisores netos.
En un estudio reciente, publicado en la Journal of Geophysical Research, se pone de manifiesto que la emisión de dióxido de carbono por parte de los organismos vivos está aumentando a medida que las temperaturas se elevan. Asimismo, el proceso de fotosíntesis, clave para capturar CO2, también se ve afectado negativamente. Existen temperaturas críticas, como los 7ºC, que una vez superadas, el almacenamiento de carbono en estos ecosistemas prácticamente cesa.
Impacto del cambio climático en el ciclo del carbono de la tundra
El ciclo del carbono en la tundra está directamente influenciado por las temperaturas. Conforme el clima se calienta, la capa superior del permafrost se descongela, lo que a su vez permite a los microorganismos descomponer la materia orgánica previamente congelada. Este proceso resulta en la liberación de grandes cantidades de CO2 y metano, gases de efecto invernadero que incrementan el impacto del cambio climático.
Diversos estudios, como el dirigido por la NASA en el Ártico, muestran que la tundra está evolucionando hacia un comportamiento más parecido al de los bosques boreales, ecosistemas que se encuentran en zonas de latitud más baja. Este fenómeno incluye la migración de especies vegetales como arbustos y pequeños árboles hacia el norte, lo que también afecta el ciclo del carbono.
Las observaciones satelitales, utilizando tecnología avanzada como el ICESat-2 y Landsat, han permitido documentar estos cambios en el ciclo del carbono y el desplazamiento de la vegetación hacia el Ártico. Con más vegetación arbustiva, la tundra podría absorber algo de CO2, pero el descongelamiento del permafrost sigue siendo una amenaza crítica, dado que las emisiones de carbono antiguo contrarrestarán cualquier absorción adicional por la vegetación.
Descongelamiento temprano y sus consecuencias
Uno de los mayores desafíos que enfrenta la tundra es el descongelamiento temprano asociado al cambio climático. Un grupo de investigadores ha señalado que el adelanto de la primavera, que ocurre debido a los inviernos más suaves, altera el ciclo de vida de la vegetación en la tundra. Este cambio podría reducir la capacidad de la tundra para actuar como un sumidero de carbono.
El ciclo normal de la tundra asegura que las plantas, al descomponerse, liberen lentamente el carbono en los largos inviernos, lo que permite que el suelo lo almacene. Sin embargo, un deshielo precoz genera un desequilibrio en este ciclo, facilitando la emisión de CO2 antes de que las plantas puedan absorber cantidades significativas a través de la fotosíntesis. El resultado es una contribución neta al aumento de los gases de efecto invernadero.
El recalentamiento del Ártico y el retroceso de la tundra
Entre los efectos más impactantes del recalentamiento del Ártico está el retroceso de la tundra. Según investigaciones recientes, si las medidas contra el cambio climático no se aplican de manera rigurosa, se estima que para mediados de este milenio, solo quedará el 6% de la tundra actual en el noreste de Rusia. Este proceso se debe a la expansión de especies arbóreas como el alerce siberiano, que avanzan hacia el norte a un ritmo de 30 kilómetros por década, desplazando a las plantas características de la tundra.
Esta alteración no solo tiene efectos en la flora y fauna ártica, sino que además afecta a la ya debilitada capacidad de la tundra para almacenar carbono, acelerando el cambio climático a nivel mundial. Las temperaturas más cálidas permiten una mayor descomposición de la materia orgánica, lo que a su vez libera aún más carbono del permafrost.
La tundra como sumidero de carbono en peligro
Históricamente, se ha considerado a la tundra como un sumidero de carbono eficiente debido a las bajas temperaturas que limitan la descomposición de la materia orgánica. Sin embargo, los efectos del calentamiento global están haciendo que este rol de sumidero se vea comprometido. A medida que el permafrost se derrite, las grandes cantidades de carbono almacenado durante siglos comienzan a liberarse, lo que podría convertir a la tundra en una fuente neta de carbono en lugar de un sumidero.
Los estudios científicos continúan debatiendo si estos ecosistemas árticos podrán seguir cumpliendo su rol como sumideros de carbono bajo las condiciones climáticas actuales, pero lo que es evidente es que el aumento en la temperatura y el descongelamiento del suelo no auguran un futuro positivo para la capacidad de almacenamiento de carbono en la tundra. Esta situación ha llevado a la comunidad científica a realizar llamados urgentes para la protección de estos ecosistemas, implementando medidas drásticas para mitigar el cambio climático.
Los estudios recientes continúan mostrando que la tundra, un ecosistema frágil, está en proceso de una transformación que podría alterar su función primordial como sumidero de carbono. Sin medidas adecuadas, el deshielo acelerado del permafrost seguirá liberando grandes cantidades de gases de efecto invernadero, lo que contribuirá aún más al calentamiento global.