La COP29, la cumbre climática más importante de 2024, ha arrancado en Bakú, Azerbaiyán. El evento, organizado bajo el paraguas de Naciones Unidas, reúne a representantes de 197 países, con el principal objetivo de alcanzar un acuerdo en torno a la financiación climática necesaria para enfrentar los efectos del cambio climático. Este año, uno de los temas centrales es cómo distribuir los fondos y quién debe poner el dinero sobre la mesa, con especial atención en las economías más vulnerables que sufren las consecuencias del calentamiento global de forma más directa.
El contexto de la cumbre no es el más favorable. Se estima que 2024 será el año más cálido de la historia registrada, superando la temida barrera de los 1,5º C de aumento en la temperatura media global respecto a los niveles preindustriales. Este umbral, que el Acuerdo de París había identificado como clave para evitar los efectos más catastróficos del cambio climático, parece estar a punto de ser sobrepasado.
El papel central de la financiación climática
La financiación climática es el tema estrella en Bakú. Esta cumbre ha sido apodada como la «COP de las finanzas» debido a que las discusiones giran en torno al Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado, que persigue aumentar las contribuciones de los países desarrollados hacia los más vulnerables. Actualmente, el acuerdo vigente desde 2015 prometía movilizar 100.000 millones de dólares anuales, pero ese límite se ha revelado insuficiente.
Para la COP29, se espera que la cantidad aumente significativamente. Según la ONU, los países en desarrollo necesitarán 1,1 billones de dólares cada año a partir de 2025, y la cifra podría llegar a 1,8 billones para 2030. La Unión Europea lidera los esfuerzos en esta materia, con la esperanza de consolidarse como un socio clave en la lucha contra el cambio climático.
Sin embargo, el debate no termina en la recaudación del dinero. También es crucial determinar cómo se gestionarán los fondos y hacia qué países se destinarán. Las naciones del sur global son las que más reclaman una distribución justa de los recursos, mientras que potencias como Estados Unidos y Japón abogan por involucrar a la financiación privada para reducir la dependencia de los fondos públicos.
Grandes ausencias en la negociación climática
Esta cumbre ha comenzado con importantes ausencias que pueden afectar a las negociaciones. Ni el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ni su sucesor Donald Trump (recién elegido en las elecciones) han asistido. En lugar de Biden, John Podesta, principal asesor climático de Washington, lidera la delegación estadounidense. Vladimir Putin y Xi Jinping, presidentes de Rusia y China, tampoco estarán presentes, lo que añade incertidumbre a los acuerdos que puedan alcanzarse.
La ausencia de líderes tan influyentes ha generado preocupación entre los principales actores del cambio climático. Se teme que su falta de compromiso presencial pueda ralentizar los avances necesarios para garantizar una solución a largo plazo. En contraste, líderes como Pedro Sánchez, primer ministro de España, sí estarán presentes para aportar a las discusiones, y se espera que jueguen un rol activo en la toma de decisiones.
El reto de mantener el calentamiento por debajo de 1,5 °C
Uno de los mayores desafíos para la COP29 es encontrar una solución efectiva que logre mantener el aumento de las temperaturas globales por debajo de los 1,5 °C. Los informes más recientes de organismos internacionales como el Copernicus Climate Change Service (C3S) ya apuntan a que el planeta superará este umbral en 2024. Este hecho, sumado a la cada vez mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos como huracanes, inundaciones y olas de calor, hace que la urgencia de estos acuerdos sea más palpable que nunca.
Sin embargo, las políticas actuales no son suficientes. Simon Stiell, secretario ejecutivo de ONU Cambio Climático, ha manifestado que el calentamiento global sigue avanzando hacia los 3°C, lo cual sería devastador para la humanidad y el planeta. Ante esta situación, los expertos exigen que los países más contaminantes, incluyendo las potencias ausentes, eleven sus compromisos climáticos.
Acciones concretas para evitar desastres climáticos
La COP29 también buscará acuerdos concretos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a través de un aumento en las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC). Los países más ambiciosos están llamados a presentar nuevos planes de acción climática de cara a la próxima cumbre, que se celebrará en Brasil.
Además, la COP29 se centrará en el ya discutido Fondo de Pérdidas y Daños, diseñado para dar soporte financiero a los países más afectados por catástrofes climáticas. Este fondo, cuya creación fue aprobada en la COP27, aún tiene mucho que definir en términos de funcionamiento y financiación. El Banco Mundial ha sido nominado como su gestor temporal, aunque esta decisión no ha estado exenta de críticas, sobre todo por parte de las naciones del sur global que desconfían de la institución.
Finalmente, las organizaciones ecologistas insisten en que el ritmo actual de reducción de emisiones es insuficiente. A pesar de que algunos países, como la Unión Europea, han presentado planes ambiciosos de cara a 2050, los informes más recientes de la ONU apuntan a que, si no se toman medidas drásticas, el planeta se enfrentará a un aumento de entre 2,6 y 3,1 grados para finales de siglo. Esto supondrá un riesgo inminente para millones de personas y ecosistemas.
La COP29 de Bakú será determinante en la lucha global contra el cambio climático, especialmente en un año en el que se esperan récords de temperatura y fenómenos climáticos extremos. A medida que los países negocian sus compromisos financieros y de reducción de emisiones, el mundo observa con atención, consciente de que esta cumbre podría marcar un antes y un después en los esfuerzos de la humanidad para mitigar los efectos devastadores del calentamiento global.