Rinitis, asma, rinoconjuntivitis: las alergias al polen han aumentado significativamente en los últimos veinticinco años. Según estudios, más del 10% de la población se ve afectada por las alergias al polen, pero este porcentaje llega al 30% en los adultos. Las razones detrás de este incremento están vinculadas tanto a factores ambientales como a la contaminación del aire.
En los últimos años, el aumento de contaminación ha exacerbado los problemas respiratorios, especialmente para las personas alérgicas. La contaminación del aire no solo afecta directamente el sistema respiratorio, sino que también potencia los efectos negativos del polen. Esto se debe a que las partículas contaminantes modifican la estructura de los pólenes, haciéndolos más agresivos al cuerpo humano y agravando los síntomas alérgicos. A continuación, exploramos cómo la interacción entre el polen, la contaminación y otros factores como el cambio climático está afectando la salud humana.
Efecto de los contaminantes sobre el polen y el sistema respiratorio
El polen, una sustancia natural que se encuentra en el aire durante la temporada de floración, se ha vuelto más peligroso debido a los altos niveles de contaminación del aire. En concreto, partículas de PM10 y PM2.5 (partículas muy pequeñas en suspensión) parecen interactuar con los granos de polen, haciéndolos más potentes y facilitando su ingreso a las vías respiratorias. Estos contaminantes alteran la estructura del polen, fragmentándolo en partículas más pequeñas que penetran en los pulmones con mayor eficacia, generando o agravando patologías respiratorias como el asma y la rinitis alérgica.
Además, estudios han demostrado que la exposición prolongada a contaminantes como el NO2 (dióxido de nitrógeno) y el ozono incrementa la inflamación en las vías respiratorias, haciendo que las reacciones alérgicas sean más severas. El polen urbano, expuesto a estos contaminantes, se vuelve más complejo y provoca una respuesta inmunológica más agresiva, lo que explica por qué muchas personas que viven en ciudades presentan síntomas de alergia más intensos que aquellas que viven en zonas rurales.
Otro factor significativo es el efecto de las partículas emitidas por motores diésel. Diversos estudios han encontrado que estas partículas incrementan la agresividad del polen al inducir la producción de proteínas de estrés en las plantas. En consecuencia, el polen de las áreas urbanas es más alergénico que el de las áreas rurales.
Cambio climático y su relación con la cantidad de alérgenos
El cambio climático ha alterado el comportamiento natural de las estaciones y, en consecuencia, las temporadas alérgicas también han sufrido modificaciones. Un factor clave es el aumento de la concentración de CO2, que ha provocado un incremento en la producción de polen por parte de las plantas. Además, las temperaturas más altas han causado que los períodos de polinización se prolonguen, exponiendo a las personas a los alérgenos por más tiempo. Este fenómeno es particularmente crítico, ya que en algunos lugares de Europa se ha observado que el periodo de exposición al polen se ha extendido hasta en tres meses adicionales.
En concreto, las especies como el abedul, el ciprés y las gramíneas, que tradicionalmente tenían estaciones de polinización más cortas, ahora liberan polen durante más tiempo, lo que alarga la temporada de alergias. Esto, combinado con un aire cada vez más contaminado, agrava los problemas de salud respiratoria.
El aumento de la temperatura global también ha facilitado la migración de especies vegetales invasoras, como la ambrosía, que producen polen altamente alergénico. Este fenómeno es más frecuente en áreas urbanas, donde las condiciones climáticas y la contaminación del aire crean un ambiente favorable para estas plantas.
El impacto en los alérgicos y medidas preventivas
Para las personas que padecen alergias al polen, los efectos de la contaminación y el cambio climático han empeorado sus síntomas. Tanto la mayor concentración de polen en el aire, como su mayor agresividad, provocan que los casos de rinitis alérgica, asma y rinoconjuntivitis se hayan incrementado exponencialmente en las últimas décadas.
Para mitigar este impacto, los alérgicos deben tomar medidas preventivas. En primer lugar, es recomendable evitar las áreas abiertas con alta concentración de contaminantes y polen, especialmente durante los momentos del día en los que los niveles de polen alcanzan su pico, como por la mañana y en el atardecer. Es aconsejable mantener las ventanas cerradas, utilizar purificadores de aire en el hogar y tomar la medicación preventiva prescrita por un alergólogo antes del inicio de la temporada de polinización.
Las siguientes medidas también pueden reducir la exposición al polen y a la contaminación:
- El uso de mascarillas y gafas de sol en el exterior.
- Consultar aplicaciones como Alerta Pólenes, certificada por la SEAIC, para conocer los niveles diarios de polen.
- Evitar actividades al aire libre durante los días con alta contaminación y polinización.
- Ducharse y cambiarse de ropa al regresar a casa para eliminar el polen de la piel y el cabello.
A nivel gubernamental, se han implementado medidas para reducir el impacto del polen en las áreas urbanas. Entre estas, destaca la limitación de la plantación de especies altamente alergénicas, como los plátanos de sombra, en parques y zonas públicas. Además, se están promoviendo legislaciones para reducir los niveles de contaminación en las ciudades, lo que a largo plazo beneficiará a las personas alérgicas.
La combinación de la contaminación del aire y el polen está afectando gravemente la salud respiratoria, incrementando la incidencia de enfermedades alérgicas. Mantenerse informado sobre los niveles de polen y contaminación es crucial para evitar complicaciones, y medidas preventivas diarias pueden hacer una gran diferencia en la calidad de vida de los alérgicos.