La industria del automóvil y de los acumuladores de energía acelera el paso hacia las baterías de estado sólido, con anuncios que van desde alianzas estratégicas hasta prototipos listos para su validación. En Europa, donde el suministro y la competitividad industrial son clave, estos movimientos marcan un punto de inflexión para la próxima generación de vehículos eléctricos.
En paralelo, los principales fabricantes describen calendarios de despliegue que, en su mayoría, convergen en el final de la década, mientras se afinan los procesos productivos y se avanza en densidad energética, seguridad y costes. El mensaje común es claro: la tecnología está madurando y entra en una fase de validación con la mirada puesta en la fabricación a gran escala.
Qué aportan las baterías de estado sólido
Frente a las celdas convencionales de iones de litio, las ASSB sustituyen el electrolito líquido por uno sólido, con ventajas en estabilidad térmica, menor degradación y posibilidad de integrar materiales de altas prestaciones para ánodo y cátodo. El resultado apunta a más energía en el mismo volumen y un uso más eficiente del espacio en el vehículo.
Varios desarrollos recientes reportan hasta el doble de densidad energética por volumen y una mayor aceptación de potencia de carga, con tiempos de recarga estimados en torno a un tercio respecto a los estándares actuales. Estas mejoras, de confirmarse en producción, permitirían ampliar la autonomía o reducir el tamaño del paquete de baterías sin sacrificar prestaciones.
Además, el uso de procesos como el electrodo seco promete recortar pasos costosos y de alto consumo energético, al eliminar el secado de disolventes en la fabricación. El reto está en lograr uniformidad y repetibilidad a gran escala, condición indispensable para la homologación automotriz.

- Mayor densidad energética y potencial de autonomía superior.
- Mejor comportamiento térmico y menor riesgo frente a eventos críticos.
- Posibilidad de carga más rápida con menos estrés para la celda.
- Procesos productivos nuevos (p. ej., electrodo seco) con eficiencias potenciales.
Calendario y alianzas clave
En Europa, BMW ha dado un paso relevante al aliarse con Samsung SDI y Solid Power para evaluar celdas de estado sólido con electrolito desarrollado por esta última. El plan incluye fabricar células en un entorno de gran escala y validarlas en vehículos de evaluación de próxima generación, con la vista puesta en su comercialización si cumplen los requisitos acordados.
En esta colaboración se combinan celdas prismáticas ASSB de Samsung SDI y la experiencia de Solid Power en electrolitos sólidos, mientras BMW se encarga de módulos y paquetes. Aunque la marca bávara avanza hacia arquitecturas de celda a paquete sin módulos en su nueva clase de eléctricos, la cooperación actual se centra en módulos y paquetes para acelerar pruebas y comparativas.
Nissan, por su parte, asegura que sus prototipos han alcanzado los objetivos internos de rendimiento: doble densidad energética y mayor potencia de carga, lo que en la práctica se traduciría en mayor autonomía y recarga más ágil. La compañía opera ya una línea piloto en Yokohama y mantiene la hoja de ruta hacia la fabricación en masa a partir del ejercicio fiscal 2028, con un objetivo de coste en el entorno de 75 USD/kWh.
Para lograrlo, Nissan colabora con la estadounidense LiCAP en electrodos secos, una pieza crítica para escalar producción. El desafío ahora es estabilizar procesos, asegurar la calidad de electrodos de gran formato y garantizar repetibilidad en ciclos industriales, pasos imprescindibles antes del salto a volúmenes de serie.
Desde Japón llegan también los planes de Toyota, que prevé introducir la tecnología de estado sólido inicialmente en un modelo de altas prestaciones, con autonomías objetivo de hasta 1.200 km. Aunque la popularización vendría después, la integración técnica en plataformas eléctricas existentes allanaría su despliegue en gamas más amplias con el tiempo.
En China, el grupo Chery (matriz de OMODA, JAECOO y LEPAS) ha anunciado un módulo de estado sólido de 600 Wh/kg, con afirmaciones de entre 1.300 y 1.500 km por carga y pruebas de seguridad superadas frente a perforaciones sin ignición ni humo. La compañía sitúa el inicio de su despliegue comercial en 2027, reforzando la competencia global por llegar primero.
Impacto en Europa y España
Para el mercado europeo, donde juega un papel central la cadena de valor de BMW y proveedores como Samsung SDI, la validación de ASSB supondría un salto en autonomía, recarga y empaquetado, con impacto directo en la competitividad de los eléctricos fabricados en la región. También es estratégico de cara a reducir dependencias de suministros críticos.
En términos ambientales, Transport & Environment (T&E) apunta que estas baterías pueden rebajar de forma notable la huella de carbono gracias a su mayor densidad y menor necesidad de materiales por kWh. El efecto sería mayor si las materias primas proceden de fuentes con menor impacto, como la extracción de litio en salmueras geotérmicas frente a métodos convencionales.
La carrera es global: en EE. UU., algunos desarrolladores trabajan con objetivos de capacidad industrial inicial, y en Asia se multiplican los anuncios de líneas piloto y calendarios de producción. Europa se posiciona con proyectos propios y alianzas tecnológicas para no perder el tren en la siguiente generación de baterías.
Retos de fabricación y costes
La transición de prototipos a producción masiva depende de dominar interfaces sólido–electrodo, controlar la microestructura del electrodo seco y sostener altos rendimientos con calidad constante. Cada paso de proceso debe ser repetible, trazable y compatible con los estándares del automóvil.
En costes, los objetivos en torno a 75 USD/kWh marcan una referencia para ampliar el acceso al vehículo eléctrico con gran autonomía y recarga más rápida. Alcanzarlos exige mejoras simultáneas en materiales, procesos y escalado, además de cadenas de suministro resilientes y diversificadas.
Si las validaciones de rendimiento, seguridad y durabilidad convergen con la madurez industrial, las baterías de estado sólido estarán en disposición de pasar del laboratorio a la carretera en los plazos que manejan los fabricantes, con un impacto tangible en el mercado europeo y en los objetivos climáticos del continente.