La basura tecnológica, también conocida como residuos electrónicos o e-waste, es uno de los grandes problemas medioambientales y de salud pública en países de África, una situación agravada por el manejo inadecuado de estos residuos. Los dispositivos electrónicos contienen metales pesados que son extremadamente perjudiciales tanto para los ecosistemas como para la salud humana.
Lamentablemente, la mayoría de estos residuos provienen de países industrializados y terminan acumulándose en zonas de bajos recursos, principalmente en África, lo que genera serias preocupaciones medioambientales y humanitarias.
El impacto de los metales pesados en la salud
La basura tecnológica incluye materiales altamente contaminantes como el mercurio, plomo, cobalto y arsénico. Estos metales no solo son peligrosos cuando los dispositivos están en uso, sino que se liberan con mayor rapidez cuando los dispositivos son desechados de forma incorrecta, lo que ocurre a menudo en los vertederos improvisados de África. Los trabajadores y comunidades expuestas a estos desechos se ven gravemente afectados por la contaminación.
En estudios realizados en Canarias, se ha descubierto que inmigrantes provenientes de África exhiben niveles peligrosamente altos de vanadio en sangre, lo que es un claro indicio de exposición a estos residuos en su país de origen. Estos niveles son suficientemente altos como para considerarse tóxicos. Vanadio, aluminio, arsénico, plomo y otros elementos fueron detectados no solo en una pequeña proporción de la muestra, sino en el 100% de los casos. Las consecuencias a largo plazo incluyen trastornos respiratorios, daño en el sistema nervioso y problemas renales, entre otras dolencias.
Investigaciones y estudios sobre inmigrantes africanos
Un estudio realizado por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y el Hospital Insular examinó la sangre de 245 inmigrantes de África, y los resultados fueron alarmantes. Los análisis de laboratorio no solo confirmaron la presencia de vanadio en concentraciones significativamente más altasde lo normal, sino también de aluminio, un metal que, aunque presente en concentraciones más bajas en las naciones desarrolladas, se encontró en niveles hasta 15 veces superiores entre los analizados.
En muchos hogares africanos, los utensilios de cocina están hechos de este metal, lo que contribuye a su acumulación en el cuerpo humano. De los 245 sujetos, la mayoría eran hombres de entre 15 y 45 años que llegaron en buenas condiciones de salud, pero los análisis revelaron que el 90% tenía también otros metales pesados en sangre, como el plomo y el mercurio. Esto indica una exposición continua a través del contacto directo con residuos tecnológicos.
El impacto del plomo y otros metales pesados en África
El plomo es uno de los metales más tóxicos hallados en la sangre de los inmigrantes africanos. Este metal es conocido por afectar el desarrollo cognitivo en los niños y causar problemas neurológicos en adultos. Sin embargo, África carece de infraestructuras adecuadas para procesar o reciclar los dispositivos electrónicos.
En lugar de eso, los dispositivos electrónicos defectuosos se acumulan en vertederos a cielo abierto, donde los trabajadores, incluidos niños y mujeres, están expuestos a los humos tóxicos que emanan de estos materiales. La quema de cables y dispositivos para recuperar metales como el cobre genera sustancias químicas peligrosas que se liberan al medio ambiente. Ghana, por ejemplo, recibe unas 215.000 toneladas de residuos tecnológicos al año, gran parte de ellos procedentes de Europa, y solo la mitad de esos desechos pueden aprovecharse o repararse. El resto es quemado o gestionado de manera insegura.
Esto ha causado tal nivel de contaminación que el vertedero de Agbogbloshie, en la capital de Ghana, Accra, ha sido considerado uno de los lugares más contaminados del planeta.
Basura tecnológica: el ciclo vicioso de los países ricos
El problema de la basura tecnológica no se limita a países pobres o en vías de desarrollo. El verdadero núcleo del problema radica en los países más desarrollados. En países como España, se generan aproximadamente 19,6 kg de residuos electrónicos por persona al año. Aunque los puntos limpios y el reciclaje son parte de la solución, no siempre se gestionan correctamente. De hecho, se estima que el 57,7% de los residuos electrónicos desaparecen sin llegar a procesarse adecuadamente.
Por lo general, estos residuos se exportan a África. Aquí es donde se cierra el ciclo: los países ricos extraen materias primas de África para crear dispositivos electrónicos, los cuales, una vez obsoletos, regresan al continente en forma de basura. Este “reciclaje” resulta en una contaminación cuyos efectos son devastadores tanto para el medio ambiente como para la salud pública en las comunidades afectadas.
Los desechos electrónicos y el peligro para el medio ambiente
Los desechos electrónicos generan contaminación tanto en el aire como en el agua. Las toxinas liberadas por la quema de dispositivos electrónicos afectan a los cultivos, las fuentes de agua y la biodiversidad. En estudios recientes, se ha demostrado que los residuos electrónicos que contaminan las aguas de Ghana y Nigeria tienen un impacto directo sobre la fauna local, contaminando el pescado y otros productos que luego se exportan a nivel internacional.
Esto implica que la contaminación tecnológica en África puede estar teniendo un impacto en la seguridad alimentaria a nivel global, ya que especies de peces contaminadas son consumidas en otros continentes, creando un ciclo de retroalimentación de la contaminación.
Convenios internacionales que no se cumplen
Uno de los principales problemas es la falta de control sobre la exportación de residuos desde Europa hacia África. El Convenio de Basilea, en vigor desde 1992, prohíbe la exportación de desechos peligrosos a países en vías de desarrollo. Sin embargo, esto no impide que contenedores llenos de residuos tecnológicos lleguen a África disfrazados de “donaciones” o “materiales de segunda mano”.
Las aduanas de África no siempre tienen recursos suficientes para verificar el contenido de los contenedores, lo que facilita que los residuos tóxicos entren y se clasifiquen incorrectamente. Mientras los países ricos se ven blindados por leyes internas que regulan la correcta gestión de los residuos, los países que reciben esta basura no tienen los recursos necesarios para hacer cumplir las leyes internacionales.
¿Qué se puede hacer al respecto?
Crear consciencia sobre este problema global es el primer paso. No solo se trata de señalar a los países desarrollados, sino de crear sistemas de reciclaje justos y eficaces a nivel mundial. Aquí algunas medidas propuestas:
- Mejorar la infraestructura de reciclaje en África: Crear plantas de reciclaje seguras y eficientes en los países que reciben este tipo de desechos.
- Fortalecer los controles en las aduanas: Tanto en los países exportadores como receptores para evitar la entrada ilegal de residuos electrónicos.
- Incentivar la reutilización y reparación: En lugar de deshacerse de dispositivos, las empresas y consumidores deben priorizar la reparación.
- Responsabilización de las empresas: Las empresas fabricantes de dispositivos electrónicos deben ser responsables de garantizar que sus productos se reciclan correctamente.
El problema de la basura tecnológica es complejo y no se resolverá de la noche a la mañana. Sin embargo, con la acción coordinada de los gobiernos, las empresas y los consumidores, es posible reducir su impacto y proteger tanto a las personas como al medio ambiente.