En los últimos meses, Iberdrola ha decidido pausar la venta de la mitad de sus activos de energías renovables en Estados Unidos, una operación que tenía como objetivo incorporar un socio estratégico y recaudar más de 5.000 millones de euros. El movimiento, conocido dentro de la compañía como ‘Proyecto Maverick’, contemplaba el traspaso del 50% de una plataforma de energía verde que suma un total de 28.000 megavatios bajo gestión al otro lado del Atlántico.
Esta decisión viene directamente influida por el cambio en la administración estadounidense y el retorno de una política energética menos favorable hacia las renovables. El renovado apoyo a los combustibles fósiles y el escepticismo sobre las subvenciones públicas a proyectos limpios parecen haber enfriado el interés de los potenciales compradores internacionales, según apuntan fuentes próximas a la operación. Iberdrola, que impulsó este proceso durante la presidencia de Joe Biden, ha congelado temporalmente los contactos para la venta de estos activos gestionados a través de su filial estadounidense, Avangrid.
El equipo financiero, encabezado por David Mesonero, considera que ahora no es buen momento para continuar sondeando posibles fondos interesados. La operación, que había contado con el asesoramiento de los bancos Lazard y Rothschild, llegó a estar bastante avanzada antes de las elecciones en EE. UU. De hecho, se alcanzó un principio de acuerdo con un fondo soberano de Oriente Medio; sin embargo, la incertidumbre política frenó las negociaciones definitivas.
Riesgos, valoración y actores clave
Uno de los motivos básicos para buscar esta desinversión era reducir el endeudamiento del grupo, cuestión especialmente relevante desde la subida de tipos de interés a mediados de 2022. Iberdrola esperaba conseguir hasta 5.000 millones de euros por vender la mitad de los activos de Avangrid, valorados en unos 10.000 millones. Pero las ofertas preliminares recibidas de inversores como Masdar (Abu Dabi), GIC (Singapur) o Norges (Noruega) situaron la valoración bastante por debajo, en torno a 7.000 millones en total, es decir, la venta generaría unos 3.500 millones, lejos de las expectativas iniciales.
El objetivo de mantener a raya la deuda se encuadra dentro de la estrategia de desinversión que Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, había fijado para el periodo 2024-2026: reunir unos 10.000 millones en ventas de activos no estratégicos. Ya se han materializado otras operaciones, como la entrada de Norges en la cartera de renovables en España, la incorporación de Masdar en eólica marina o la venta a Macquarie del negocio de contadores inteligentes por más de 1.000 millones de euros.
Relaciones institucionales y presencia en Estados Unidos
Las relaciones políticas también han jugado su papel. Mientras que Galán ha intentado en diversas ocasiones acercarse a la administración Trump, hasta el momento esas gestiones han sido complejas, aunque recientemente logró coincidir con el expresidente estadounidense en un acto en Doha gracias al apoyo del emir de Qatar, uno de los principales accionistas individuales de Iberdrola.
En un gesto de continuidad, la compañía ha reiterado en varias ocasiones su apuesta por Estados Unidos como uno de sus principales mercados estratégicos. En las dos últimas décadas, Iberdrola ha invertido cerca de 50.000 millones de dólares en el país y tiene previsto destinar otros 20.000 millones más antes de 2030 para modernizar y seguir creciendo en la red eléctrica y la generación limpia. La compañía cuenta ya con 10.500 MW operativos en generación en EE. UU., con una presencia destacada especialmente en la zona de Massachusetts.
La dirección de Iberdrola ha incidido en que, frente a las variaciones regulatorias observadas en España, Estados Unidos sigue ofreciendo un marco jurídico atractivo para las inversiones energéticas. Sin embargo, no todo ha ido sobre ruedas. La adquisición de la empresa PNM Resources (valorada en unos 11.000 millones de euros) fue bloqueada por resoluciones judiciales federales, en parte debido a informaciones relacionadas con contrataciones e investigaciones en el pasado. Las conexiones políticas y las imágenes públicas, aunque útiles, no consiguieron revertir estas decisiones.
Vistas las condiciones actuales del mercado y la volatilidad política, Iberdrola ha optado por mantener sus activos renovables en EE. UU., al menos hasta que el escenario político y financiero resulte más propicio para atraer nuevas ofertas acordes a sus expectativas. Aunque el proceso está oficialmente en suspenso, fuentes internas insisten en que no se trata de una renuncia definitiva a la venta, sino de una pausa estratégica.
La evolución del mercado energético estadounidense y la orientación futura de la política federal serán determinantes para que Iberdrola vuelva a activar su ‘Proyecto Maverick’. Mientras tanto, la eléctrica española sigue apostando fuerte por el crecimiento en EE. UU., tanto en renovables como en digitalización y ampliación de redes, pero ajustando el ritmo de sus movimientos a las circunstancias externas que marcan el rumbo del sector.