Huella de carbono del consumo de calamares: cómo y por qué varía

  • La huella depende de arte, combustible, distancia y transporte.
  • Illex argentinus domina en volumen; procesado en China y red global.
  • Normativas (UE/SIMP) exigen trazabilidad ante riesgo INDNR.
  • Potera, logística marítima y temporada reducen el CO₂ por kg.

Huella de carbono del consumo de calamares

Cuando hablamos de la huella de carbono del consumo de calamares, conviene abrir el zoom: no solo cuenta cómo se capturan, sino también dónde se pescan, por qué rutas viajan y en qué transporte llegan a nuestros platos. España —con Galicia como epicentro— es un actor principal en esta historia global, y lo es tanto por consumo como por su peso en la transformación y el comercio.

La evidencia científica más reciente confirma que los animales invertebrados como los cefalópodos circulan por una red comercial complejísima en la que la distancia recorrida y el medio de transporte son piezas clave del impacto climático. No es lo mismo un envío por barco desde el Atlántico Sur que un vuelo refrigerado desde el Atlántico Norte, y esa diferencia se traduce en CO₂ más o menos abultado por kilogramo que nos comemos.

Qué determina la huella de carbono del consumo de calamares

En las capturas silvestres, la mayor contribución climática viene del diésel que consumen los buques (propulsión y refrigeración). A medida que sube el esfuerzo pesquero o cambia la distribución de las poblaciones, los barcos recorren más millas y el combustible se dispara, elevando las emisiones por tonelada desembarcada.

No todos los artes impactan igual: la pesca de arrastre es problemática porque puede dañar hábitats como praderas marinas o fondos sensibles, y además incorpora capturas accesorias. Por contra, la pesca con potera (jigging) para calamar es muy selectiva y prácticamente sin captura accidental, aunque utiliza potentes luces nocturnas que demandan mucha energía a bordo.

La acuicultura parece una alternativa obvia, pero tampoco es neutra: operar sistemas que mueven agua y regulan temperaturas exige energía, y los cultivos mal gestionados pueden acumular residuos que emiten metano. Además, criar especies carnívoras eleva la huella por la necesidad de harinas y aceites de pescado que también requieren combustible para su obtención.

El transporte marca diferencias sustanciales: enviar marisco por avión multiplica el impacto respecto al transporte marítimo. Por eso, incluso productos que vienen de lejos en barco pueden tener un CO₂ total menor que un envío corto pero aéreo de producto fresco.

Un comercio que abraza el mundo: datos clave del intercambio de cefalópodos

Investigadores del CSIC y la USC, liderados por Andrés Ospina-Álvarez y Sebastián Villasante, analizaron veinte años de la base de datos ONU Comtrade para rastrear 115.108 registros de calamares y chocos y 71.659 de pulpos. El resultado dibuja una red que toca unos 250 países y territorios, con nodos dominantes en China, India, Corea, Tailandia, Vietnam, España, Países Bajos y Estados Unidos.

España está en el grupo de cabeza de suministro por persona y día, y su mercado ilustra bien la complejidad: el pulpo que se come en España suele llegar congelado de Marruecos y Mauritania, mientras que el pulpo fresco nacional viaja a Portugal e Italia. Las jibias y calamares llegan con frecuencia de India y de las Malvinas/Falklands, y el Brexit ha reordenado dinámicas en el calamar gestionado o capitalizado por intereses españoles desde Vigo (unos 200 millones de euros).

En trazabilidad, Europa canaliza flujos clave a través de Países Bajos: el puerto de Ámsterdam funciona como gran bisagra entre Asia y la UE. Aunque los tres grandes flujos recientes de sepia y calamar congelados fueron India→España, Myanmar→Tailandia e India→Vietnam, los puentes comerciales que más articulan la red en Europa son Países Bajos↔Malasia, España↔Francia y Francia↔Países Bajos. Actuar sobre esos puentes es vital si se quieren auditar rutas sensibles y mejorar la verificación.

Calamares y comercio global

Illex argentinus: biología, temporadas y flotas

El calamar Illex argentinus es un sprinter de un año de vida: crece deprisa, madura, desova una vez y muere. Esa alta productividad le ha dado resiliencia frente a la presión pesquera internacional, si bien desde 2010 se observan tendencias a la baja vinculadas probablemente a condiciones ambientales.

La pesquería en el Atlántico sudoccidental (FAO 41) se concentra en aguas de Argentina y alrededores de las Malvinas. En 2024, Argentina desembarcó 154.565 toneladas, y a principios de 2025 las flotas poteras frente a Argentina promediaban ~28 t por buque y día. Sumando alta mar, Malvinas y otros orígenes menores, la captura mundial de Illex en 2024 probablemente rondó 300.000–350.000 t, y solo en 2020 Illex argentinus representó el 16,4% de la captura mundial de calamar.

La temporada es muy estacional: el pico llega de enero a mayo, cuando los bancos se concentran para alimentarse y desovar. A partir de ahí se produce la migración hacia el norte, el desove y el colapso de disponibilidad. En las Malvinas, la primera temporada suele ser del 1 de febrero al 15 de junio, y en 2024 se canceló por primera vez la segunda temporada por criterios de conservación. La zona de alta mar en el borde de la ZEE argentina —el llamado “Agujero Azul”— reúne cada verano austral a más de 300 poteras, sobre todo de China, Corea y Taiwán.

Biológicamente, las cohortes se organizan por pulsos de desove; los calamares migran y alternan conductas de fondo y superficie según el día y la noche, y su papel en la cadena trófica marina determina en parte su disponibilidad. Por su semelparidad, las evaluaciones convencionales (RMS, biomasa) son menos aplicables: la clave es garantizar que suficientes adultos desoven antes de ser capturados.

Procesado, especificaciones y calidad

La mayor parte del Illex se congela en el mar y se envía a Asia —principalmente a China para su reprocesado— en formas comerciales como tubos limpios, tentáculos, anillas y bloques. Allí se descongela, se pela, se eviscera, se ablanda, se clasifica, se vuelve a congelar y se glasea, bajo esquemas HACCP y plantas aprobadas para exportación.

Las especificaciones importan: los tubos se clasifican por longitud (por ejemplo, 3–5, 5–8, 8–10, 10+ pulgadas) o por recuento por peso (U5, U10, etc.). U10 indica menos de diez piezas por libra y apunta a calamares de buen tamaño para anillas. En tentáculos, el tamaño acompaña al del tubo y suele venderse emparejado.

El glaseado protege el producto: lo habitual va del 2% al 10%. Minorista ronda el 5% y el bloque a granel puede subir al 8–10%. Es crucial distinguir peso neto y peso bruto en etiqueta y cumplir normativa (en la UE el glaseado no cuenta para el neto). Un glaseado excesivo sin declarar se considera práctica engañosa.

Riesgos de calidad conocidos: el olor a amoníaco si hay deterioro (mitigable con enfriado y congelación rápidos, y procesado ágil), la deshidratación superficial o “blanqueo” por quemadura de congelación (se previene con glaseado uniforme y envase barrera), y el blanqueo químico indebido (peróxidos), que no debe emplearse. El control de materias extrañas incluye retirada de la pluma y detección metálica, y la cadena de frío debe mantenerse a ≤ −18 °C con rotación FIFO para preservar textura y color.

Mercados, precios y factores de coste

Entre finales de 2024 y el arranque de 2025, los precios del Illex procesado (tubos, anillas) escalaron ~30% interanual por la conjunción de oferta ajustada y demanda fuerte. Pesó el cierre del Loligo (Doryteuthis gahi) en Malvinas, las bajas capturas de Dosidicus gigas por El Niño en el Pacífico y la recuperación del foodservice mundial.

La UE (y Reino Unido) es un gran destino, con España e Italia a la cabeza. Entre enero y septiembre de 2024, España importó de Argentina 9.725 t (51% de las importaciones UE+UK y ~6,8% de las exportaciones argentinas). La suma UE+UK representó el 13% de las exportaciones de Argentina y creció 88% respecto a 2023. Italia absorbió en torno al 31% intra-UE, con fuerte uso en frittura y retail.

Estados Unidos importa calamar (de todos los tipos), a menudo en formas procesadas desde China para HORECA y retail; la oferta local de Illex illecebrosus es menor y estacional. China es a la vez procesador y gran consumidor doméstico, con una demanda interna que puede empujar precios al alza. Corea del Sur es clave (alrededor del 17% de las exportaciones argentinas en 2024), Japón compra calidad para usos específicos, y en el CCG crece el consumo en hostelería.

Los costes vienen dictados por el combustible y operaciones, la oferta sustitutiva (Loligo, Todarodes, Dosidicus), el clima (ENSO), normativas y aranceles, y el resultado de cada temporada (una mala puede duplicar precio; una excelente, abaratar notablemente). La logística y la optimización de cargas ayudan a amortiguar costes por unidad.

Normativa, trazabilidad y riesgos de INDNR

Se avecina más escrutinio. En Estados Unidos, el programa SIMP prevé incluir al calamar, exigiendo trazabilidad hasta el buque (pabellón, zona FAO, fechas, permisos). En la UE, todo pescado silvestre importado debe ir con Certificado de Capturas del Estado de pabellón; si se procesa en China, hay que enlazar materia prima argentina con el producto final mediante declaración de reprocesado, además de los certificados sanitarios y que la planta figure en los listados autorizados.

La pesca INDNR en el Atlántico Sur es un riesgo reputacional y legal: hay informes de flotas de alta mar que apagan el AIS, incursiones nocturnas en la ZEE argentina y subdeclaración. Se baraja a futuro una OROP en el Atlántico Sur que armonice licencias y reportes.

En lo social, han trascendido casos de abusos laborales en flotas de aguas distantes. Estándares como RFVS buscan certificar condiciones a bordo, y algunos mercados pueden bloquear importaciones ante indicios de trabajo forzoso. La debida diligencia social y proveedores auditados son ya diferenciales de compra.

Proximidad, transporte y etiquetas

El movimiento slow food y el “kilómetro cero” invitan a acortar cadenas, algo que puede reducir emisiones de transporte. Pero no siempre lo local vence: enviar pulpo gallego en avión a Barcelona puede tener más CO₂ que traer pulpo congelado en barco desde Mauritania. La clave está en el modo de transporte y las cargas bien consolidadas.

Para viabilizar compras responsables hace falta trazabilidad efectiva: etiquetado de origen, certificaciones y sistemas que permitan seguir el rastro desde captura hasta el plato. En cefalópodos aún faltan normas específicas globales, por lo que las auditorías de rutas y puentes comerciales son esenciales.

Como complemento informativo al consumidor, el Nutri-Score resume la calidad nutricional (de la A a la E) a partir de nutrientes a fomentar o limitar. Es voluntario y no mide huella climática, pero ayuda a interpretar información nutricional en el lineal.

El mar frente a la carne: por qué el calamar suele tener menor huella

El sistema alimentario es responsable de una gran porción de emisiones: diversos análisis sitúan al sector agroalimentario hasta en el 40% de los GEI antropogénicos. En ese contexto, la evidencia sugiere que los alimentos azules (pescados y mariscos) presentan de media menores emisiones que proteínas terrestres como vacuno o cordero.

Un estudio con 23 especies marinas halló que los mariscos emiten ≈1/6 del CO₂ de la ternera y ≈1/5 del ovino por proteína, y menos que el queso. Es ilustrativo el símil: una hamburguesa puede equivaler a unos 4 kg de sardinas en CO₂. Entre los más ligeros en impacto aparecen algas y bivalvos (almejas, mejillones, vieiras), y entre peces, pelágicos como anchoa, arenque o caballa, además de salmón o trucha en determinados sistemas.

En cefalópodos, su menor uso de tierra y la pesca selectiva con potera ayudan, pero la huella real dependerá de distancias, artes y frío empleado. Elegir productos capturados con métodos de bajo impacto y cadenas logísticas eficientes marca la diferencia.

Gobernanza acuícola: el caso de la tilapia en Brasil

La conversación sobre sostenibilidad pesquera y acuícola también pasa por regular especies exóticas. En Brasil, el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático ha aclarado que la evaluación de la tilapia del Nilo (Oreochromis niloticus) para la Lista Nacional de Especies Exóticas Invasoras es técnica y preventiva, sin implicar prohibiciones inmediatas. IBAMA mantiene las autorizaciones vigentes para su cultivo.

El contexto económico es enorme: la tilapia supuso en 2024 el 68% de la acuicultura brasileña (662.230 t), Brasil es el 4º productor mundial, el sector mueve del orden de BRL 9.000 millones y millones de empleos directos e indirectos, y las exportaciones crecieron un 92% en volumen en 2024 con EE. UU. como principal destino. Paraná concentra el 25% de la producción nacional.

La tilapia es reconocida globalmente como potencialmente invasora en trópicos y subtrópicos si escapa, pudiendo competir con especies nativas y reducir capturas de interés comercial. El sector replica que la producción moderna opera en jaulas en embalses y estanques excavados, bajo licencia, minimizando escapes (amparada por la Orden IBAMA 145/1998). El debate en CONABIO refleja la búsqueda de equilibrio entre biodiversidad y economía, muy pertinente para cualquier planificación acuícola baja en carbono.

Cómo consumir calamares con cabeza

Para alinear gastronomía y clima conviene aplicar unas pautas sencillas que, además, mejoran la trazabilidad y la gestión de las pesquerías de cefalópodos a escala global:

  • Evitar comprar especies no reconocibles o en peligro y exigir denominación comercial y científica cuando sea posible.
  • Priorizar producto de temporada y capturado con artes de bajo impacto (potera frente a arrastre cuando exista elección).
  • Respetar tallas mínimas y zonas autorizadas; comprobar el país de origen y la zona FAO en la etiqueta.
  • Elegir producto fresco o bien congelado (sin quemaduras ni olores); preferir cadenas con documentación de captura y, si aplica, participación en FIP.

El comercio mundial de cefalópodos mueve hilos desde el Atlántico Sur hasta nuestras cocinas y, si nos fijamos, las decisiones de compra pueden reducir bastante la huella: escoger calamar capturado con potera, valorar rutas marítimas frente a aéreas, revisar etiquetas y certificar orígenes. Con ciencia, trazabilidad y artes responsables, el calamar puede seguir siendo un bocado delicioso con un impacto climático ajustado y compatible con mares saludables.

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