La ecología urbana ha pasado a un primer plano ante los desafíos ambientales actuales, especialmente en ciudades como Barcelona y Murcia, donde la transformación del espacio urbano se considera clave para hacer frente a fenómenos como el calor extremo, la pérdida de biodiversidad o la degradación ambiental. Las ciudades se están viendo obligadas a repensar su diseño y gestión para garantizar la salud, el bienestar y la equidad entre sus habitantes, un reto que implica a la administración pública, la comunidad científica y la propia ciudadanía.
A medida que los veranos se prolongan, las temperaturas máximas baten récords y los efectos del cambio climático se hacen presentes, las áreas urbanas afrontan un doble reto: proteger a sus habitantes más vulnerables y redefinir el modelo de ciudad para favorecer la resiliencia y la calidad de vida. El debate sobre la ecología urbana se centra, por tanto, en cómo abordar estos cambios desde una perspectiva que combine sostenibilidad, justicia social y eficiencia ambiental.
Planes de adaptación y justicia climática en Barcelona

Barcelona se ha convertido en un caso de estudio relevante por su Plan Calor, una estrategia integral que busca transformar el espacio urbano para adaptarse a las olas de calor cada vez más frecuentes y peligrosas. Con una inversión de más de 100 millones de euros, la ciudad propone medidas como la creación de refugios climáticos, la ampliación de zonas de sombra, la sustitución de suelos asfálticos por materiales más eficientes térmicamente y la renaturalización de áreas públicas.
El objetivo es claro: proteger a la población más vulnerable, en especial mayores, niños, enfermos crónicos y personas que trabajan al aire libre. Sin embargo, expertos como Salvador Rueda o Francesc Baró insisten en que no basta con actuar solo en el espacio público. La brecha entre barrios en cuanto a acceso al verde, calidad del aire o capacidad para mantener viviendas frescas durante el verano refleja una profunda desigualdad urbana, por lo que la adaptación climática debe incluir de forma prioritaria la mejora del parque de viviendas y la participación ciudadana en la toma de decisiones.
Entre las propuestas más populares destacan los refugios climáticos instalados en parques, bibliotecas y centros cívicos, así como la ampliación de la infraestructura verde. Los expertos advierten, sin embargo, que estas medidas deben complementarse con soluciones que aborden la pobreza energética y mejoren la habitabilidad de los hogares, especialmente en barrios donde la falta de zonas verdes y el predominio del asfalto aumentan el riesgo durante las olas de calor.
Barcelona planea realizar un simulacro de ola de calor extrema para poner a prueba sus políticas urbanas y de emergencia, evidenciando la importancia de anticipar los impactos del clima en infraestructuras y servicios públicos, además de la salud de las personas.
El papel del verde urbano y la biodiversidad en la resiliencia urbana
El impulso del verde urbano surge como una de las estrategias más efectivas para la adaptación al cambio climático en las ciudades. Estudios y proyectos desarrollados en Barcelona evidencian que la presencia de vegetación no solo reduce la temperatura ambiental y mejora la calidad del aire, sino que aporta beneficios directos para la biodiversidad y el bienestar ciudadano. La participación de las mariposas urbanas como bioindicadores del estado ecológico y su papel en proyectos de ciencia ciudadana, como el Observatorio uBMS, ha permitido ajustar la gestión de parques y jardines para favorecer entornos más naturales y resistentes.
La transformación del modelo de jardinería —que tradicionalmente se basa en céspedes uniformes y alto mantenimiento— está dando paso a espacios verdes más variados y resilientes. Se promueve la plantación de especies autóctonas, menos demandantes de agua, así como prácticas como reducir la siega, fomentar la vegetación espontánea y crear corredores ecológicos que conecten zonas verdes. Estas acciones no solo favorecen la biodiversidad, sino que también mejoran la salud y la calidad de vida en entornos urbanos cada vez más densos y afectados por el clima.
La colaboración entre administración, científicos y ciudadanía ha sido fundamental para el éxito de estos proyectos. El seguimiento voluntario de la biodiversidad, la formación de redes de observadores urbanos y el asesoramiento técnico en gestión municipal han convertido a la ecología urbana en un campo donde la participación social resulta tan importante como la planificación técnica.
Desafíos y modelos aplicados en otras ciudades

El caso de Murcia ilustra cómo los efectos del cambio climático afectan a distintas zonas urbanas, especialmente aquellas donde el aislamiento de los edificios es deficiente y las olas de calor aumentan la mortalidad. Desde el Observatorio de la Sostenibilidad, se destaca que más de un tercio de la población española tiene dificultades para mantener una temperatura adecuada en su hogar durante el verano, lo que representa una amenaza directa para la salud y aumenta la desigualdad social vinculada a la vulnerabilidad climática.
Frente a esta situación, la acción urgente consiste en identificar a los colectivos más vulnerables, crear sistemas de alerta, incrementar las zonas verdes y aplicar soluciones como cubiertas solares o la despavimentación de plazas para reducir el efecto isla de calor. Además, se propone etiquetar edificios según su riesgo de inundación, promoviendo una visión integral para la adaptación al cambio climático, que abarque tanto las olas de calor como otros riesgos ambientales, como inundaciones recurrentes.
Murcia, a pesar de sus avances en la reducción de emisiones, enfrenta retos significativos en la transición ecológica de su espacio urbano y en impulsar medidas que mejoren la equidad y la calidad de vida en los entornos más vulnerables.
Ciudadanía activa y modelos de gestión del arbolado

La protección y gestión sostenible del arbolado urbano es un tema central en la agenda ecológica de muchas ciudades. Iniciativas de colectivos ciudadanos en Málaga, por ejemplo, reflejan la preocupación social ante proyectos urbanísticos que implican la tala masiva de árboles. Organizaciones ecologistas y vecinos reclaman la conservación del mayor número posible de ejemplares y la integración de estos espacios en corredores ecológicos que conecten barrios y ayuden a combatir las islas de calor.
Los expertos y la sociedad civil coinciden en la necesidad de promover proyectos de reforestación urbana, priorizando especies autóctonas y de gran porte, diseñar zonas verdes accesibles e incluir la participación vecinal en la planificación. Este enfoque demuestra que la salud pública y la sostenibilidad ambiental pueden ir de la mano, y que las ampliaciones urbanas no deben suponer una pérdida irreversible de biodiversidad y calidad ambiental.
Las experiencias recientes muestran que los habitantes valoran cada vez más la importancia del verde en la ciudad como elemento de bienestar. Así mismo, los expertos subrayan la necesidad de impulsar procesos de revisión y planificación ambiental participativa que orienten el crecimiento hacia modelos más justos y saludables, alineados con los principios de la ecología urbana.

Con el aumento de episodios de calor extremo y fenómenos climáticos adversos, la gestión ecológica de los espacios urbanos, basada en fomentar el verde, proteger el arbolado y promover la participación ciudadana, se confirma como la mejor estrategia para proteger la salud pública y construir barrios más humanos, resilientes y sostenibles.
