En España, la energía hidráulica ha sido desde hace más de un siglo una pieza clave en el desarrollo industrial y social del país. Aprovechar el impulso del agua en orografías complejas como la de los Pirineos ha permitido acceder a electricidad gestionable y renovable. Hoy, aunque otras fuentes como la eólica y la solar han ganado terreno, las centrales hidroeléctricas continúan desempeñando un papel esencial como soporte estratégico en la transición hacia un sistema energético descarbonizado.
Buena parte del éxito histórico de la hidráulica radica en instalaciones pioneras como la central de Seira en el Pirineo aragonés. Nacida hace más de 100 años, fue fruto de una gran proeza técnica y humana: se necesitaron más de 2.000 trabajadores para instalar sus galerías, presas y turbinas, trayendo componentes desde varios países. El resultado fue una auténtica catedral industrial, que incluso hoy mantiene en funcionamiento varias de sus turbinas originales y continúa suministrando electricidad a miles de hogares. La central combina valor patrimonial e innovación, tras haberse modernizado en los años noventa y sumar una potencia instalada de 37 MW, con una producción anual que puede abastecer a 20.000 viviendas.
En la misma comarca, ejemplos como la central de Eriste revelan el potencial de las plantas hidráulicas actuales: el agua, acumulada en embalses de alta montaña, desciende por túneles hasta turbinas capaces de poner en funcionamiento toda una ciudad mediana. Gracias a la automatización y monitorización remota desde centros de control especializados, hoy estas instalaciones pueden arrancarse y regularse en minutos, facilitando una respuesta rápida a las demandas de la red eléctrica y garantizando la estabilidad del suministro incluso en situaciones críticas.
La energía hidráulica permite operar tanto con centrales convencionales —que turbinan el agua almacenada— como con centrales reversibles o de bombeo. Estas últimas han adquirido protagonismo en los nuevos planes energéticos, ya que su funcionamiento como «baterías naturales» posibilita almacenar excedentes de electricidad renovable (por ejemplo, la fotovoltaica cuando hay sobreproducción al mediodía) y liberarlos cuando la demanda lo requiere. Este proceso se logra bombeando agua a un embalse superior y turbándola después en sentido inverso.
Actualmente, España suma más de 6 GW de potencia en centrales de bombeo, y existen decenas de proyectos en tramitación para multiplicar esa capacidad en los próximos años, especialmente en las cuencas del Ebro y Miño-Sil. El objetivo es reforzar la capacidad de almacenamiento y reducir la dependencia de fuentes fósiles e importaciones energéticas externas.
La hidráulica no sólo es relevante por su volumen de energía generada, sino por la capacidad de gestión que aporta al sistema eléctrico. A diferencia de otras renovables dependientes del clima, las centrales hidroeléctricas pueden ajustar su producción según la demanda, contribuyendo a mantener la estabilidad y seguridad de la red. Además, estas plantas ayudan a regular los caudales fluviales, facilitar el regadío y el abastecimiento de agua, y minimizar el impacto ambiental gracias a que muchas de sus infraestructuras —como las conducciones y centrales— se construyen bajo tierra.
Otro aspecto fundamental es la modernización tecnológica de las infraestructuras. Desde la sustitución de turbinas y la automatización completa de la operativa hasta la incorporación de sistemas de monitorización avanzada —incluso mediante drones y software predictivo—, la tecnología ha mejorado la eficiencia, la seguridad y la supervisión de presas y equipos. La vigilancia permanente permite detectar anomalías y optimizar el mantenimiento, prolongando la vida útil de las instalaciones y evitando incidentes de mayor gravedad.
El papel de las centrales hidráulicas se puso especialmente de relieve durante el gran apagón eléctrico que afectó a España y Portugal. Gracias al sistema de arranque autónomo (‘black start’) de estas plantas, fue posible restaurar el suministro rápidamente en muchas zonas, demostrando su importancia estratégica ante emergencias. El propio proceso de recuperación eléctrica tras un apagón requiere de sistemas capaces de funcionar sin apoyo exterior, y las hidroeléctricas cumplen este papel con solvencia, facilitando la reconexión progresiva de la red eléctrica nacional.
Las grandes compañías eléctricas españolas, como Endesa e Iberdrola, refuerzan su apuesta por la hidráulica tradicional y el desarrollo de nuevos bombeos, conscientes de la necesidad de almacenamiento flexible y de la viabilidad de convertir la península en una «gran batería hidráulica». Estas inversiones se ven acompañadas de estudios de impacto ambiental que buscan minimizar la afección visual y ecológica, gracias al diseño subterráneo de muchas instalaciones y a la reutilización de embalses ya existentes.
El papel de las centrales hidráulicas sigue siendo central en el presente energético de España, y su contribución se prevé que sea aún más determinante en el futuro. Capaz de responder de forma rápida y eficiente a la demanda, facilitar la integración de otras renovables y aportar seguridad y autonomía al sistema, la hidráulica —en sus versiones clásica y reversible— demuestra ser un recurso insustituible en el mix energético español y una garantía para la transición energética y la resiliencia frente a situaciones de crisis.