En los últimos años, España ha atravesado una transformación significativa en su clima, experimentando fenómenos extremos cada vez más habituales. La sociedad se enfrenta a nuevos retos derivados de olas de calor más intensas, noches tórridas y temperaturas del mar inéditas para la época. Esta realidad, lejos de ser excepcional, parece haberse convertido en la nueva norma, según la opinión de expertos en física atmosférica que alertan sobre el cambio irreversible del clima al que estábamos acostumbrados hace dos décadas.
Los efectos de este cambio climático no solo se perciben en los registros meteorológicos. También afectan de forma directa a la salud física y mental de la población. La llamada meteorosensibilidad, que implica una respuesta física y emocional a los cambios del tiempo, afecta a entre un 30% y un 60% de las personas, variando según la región y la estabilidad de la meteorología local. Dolor de cabeza, problemas articulares, cambios de ánimo y fatiga son algunos de los síntomas que pueden desencadenarse ante cambios bruscos de temperatura, humedad o presión atmosférica.
El avance de fenómenos extremos en España

Este mes de junio ha sido especialmente significativo para ilustrar el fenómeno. El calor sofocante ha llegado a espacios tan inesperados como Cantabria, donde en apenas unas horas se pasó de registrar máximas que bordeaban los 37ºC a sufrir una tormenta con más de 2.200 rayos, acompañada de lluvias intensas. Según la Agencia Estatal de Meteorología, estas situaciones extremas se suceden con más frecuencia y en períodos cada vez más tempranos del verano.
El catedrático de física atmosférica José Luis Sánchez advierte que los episodios de récords de temperatura serán cada vez más comunes. No solo crece la frecuencia, también la gravedad de eventos como noches tropicales, lluvias inusuales y veranos que se prolongan a costa de un otoño más templado y una primavera acortada. En este contexto, la adaptación se plantea como la única vía para afrontar el futuro, ya que “el clima que conocimos hace 20 años no lo volveremos a ver”. Además, el experto señala que las situaciones extremas, antes excepcionales, han dejado de serlo y ya forman parte del día a día.
Los impactos del clima sobre la salud son cada vez más estudiados y reconocidos. La meteorosensibilidad abarca desde problemas osteoarticulares agravados por las bajadas de presión, hasta crisis migrañosas desencadenadas por una alta humedad ambiental. Por encima del 70% de humedad, por ejemplo, puede aumentar el riesgo de migrañas o de complicaciones en personas con artrosis, mientras que por debajo del 20% puede acarrear problemas respiratorios y oculares.
Las olas de calor también afectan el ánimo y el descanso, intensificando la irritabilidad, el insomnio y los problemas cardiovasculares. Además, la luz solar influye en los niveles de serotonina, por lo que las regiones con menos horas de sol presentan una mayor tendencia a la depresión y alteraciones del estado de ánimo. Incluso el viento puede tener efectos en el comportamiento y la salud mental debido a la ionización del aire, tal como confirman especialistas en la materia.
Iniciativas sociales y culturales frente al cambio climático
En respuesta a estos desafíos, la sociedad ha comenzado a movilizarse con iniciativas que buscan sensibilizar, informar y fomentar la acción climática colectiva. Un ejemplo destacado es la celebración del festival «Cridem Pel Clima» en València, que regresa este noviembre con un programa centrado en la conciencia climática y el arte como herramientas de movilización. Conciertos, actividades gratuitas y acciones de sensibilización se desplegarán por toda la ciudad, involucrando tanto a quienes llevan años comprometidos con la lucha por el planeta como a quienes apenas empiezan a interesarse por estos temas.
Por otra parte, se implementan planes sociales destinados a combatir los efectos del cambio climático en la población más vulnerable. El «Plan Social para el Clima» prevé una inversión millonaria para ayudar a hogares en situación de pobreza energética, facilitando la rehabilitación energética de viviendas, la electrificación del transporte y el acceso a energías renovables. Estos fondos, pendientes de la aprobación europea, supondrán un importante apoyo a quienes más lo necesitan para afrontar los nuevos retos derivados del calentamiento global.

