Desde que Donald Trump fue elegido presidente de los Estados Unidos, el panorama en torno a la lucha contra el cambio climático ha cambiado significativamente. Las ambiciosas políticas climáticas de su predecesor, Barack Obama, se vieron amenazadas cuando Trump firmó una orden ejecutiva que buscaba revertir gran parte de los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover el uso de energías renovables.
El Plan de Energía Limpia de Obama, que imponía restricciones a las emisiones de dióxido de carbono, fue uno de los principales objetivos de Trump. Este movimiento ha generado preocupación tanto dentro como fuera de los EE. UU. sobre el futuro del compromiso del país con el Acuerdo de París y la lucha global contra el cambio climático.
Adiós a la ayuda contra el cambio climático
La orden ejecutiva de Trump no solo buscaba revisar o eliminar el Plan de Energía Limpia, sino también fomentar el uso de combustibles fósiles en lugar de las energías renovables. Esto incluyó levantar la moratoria de 14 meses sobre los arrendamientos de nuevas explotaciones de carbón en tierras federales que Obama había impuesto en 2016. Este cambio de dirección ha sido visto como un intento de revivir la industria del carbón en Estados Unidos, una industria que ha estado en declive no por razones exclusivamente regulatorias, sino también por la creciente competitividad de otras fuentes de energía como el gas natural y las renovables.
Aunque la Cámara de Comercio de los Estados Unidos celebró la orden ejecutiva de Trump, considerándola como una medida que fortalece la seguridad energética del país, muchos expertos, incluidos exfuncionarios como Gina McCarthy, exadministradora de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), señalaron que esta política estaba llevando a los Estados Unidos hacia un retroceso ambiental. Según McCarthy, en lugar de avanzar hacia un futuro más limpio, Estados Unidos estaba regresando a una era en la que el aire contaminado afectaba gravemente la salud pública.
Otro crítico fue Thomas Stocker, ex copresidente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), quien argumentó que esta estrategia energética de Trump estaba cediendo el liderazgo climático global a China, un país que en ese momento estaba tomando medidas más proactivas para combatir el cambio climático e impulsar el desarrollo de energías verdes.
Trump nunca ha creído en el cambio climático
Desde el inicio de su campaña presidencial, Trump dejó en claro su escepticismo sobre el cambio climático. En varias ocasiones afirmó que el calentamiento global era un engaño inventado por China para perjudicar la competitividad de Estados Unidos. Con estas creencias, no es sorprendente que una de sus primeras acciones al llegar al poder fuera eliminar las políticas de Obama que limitaban las emisiones de carbono.
Una de las principales críticas de Trump hacia las políticas medioambientales de Obama era que, según él, dañaban la industria del carbón y el petróleo, dos sectores clave en la economía energética de los EE. UU. Con la nueva orden ejecutiva, Trump también levantó una moratoria sobre las nuevas explotaciones de carbón en tierras federales, permitiendo una vuelta a las prácticas de extracción de este combustible fósil.
El levantamiento de esta moratoria despertó críticas por parte de organismos medioambientales y tribunales. Según varios expertos, esta medida no solo amenazaba con aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también ponía en peligro la salud pública, ya que revertiría gran parte de las medidas implementadas para reducir la contaminación del aire.
¿Se retira del Acuerdo de París?
Uno de los mayores temores de la comunidad internacional era que Trump cumpliera su amenaza de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, un pacto global que busca mitigar el cambio climático reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque en un principio solo insinuó esta posibilidad, en junio de 2017 anunció que Estados Unidos abandonaría el Acuerdo de París.
El abandono del Acuerdo de París fue un golpe importante para los esfuerzos globales contra el cambio climático, ya que Estados Unidos es uno de los mayores emisores de dióxido de carbono del mundo y su participación era crucial para cumplir con los objetivos establecidos en el acuerdo. En su discurso, Trump justificó su decisión argumentando que el acuerdo internacional era perjudicial para la economía estadounidense y para los trabajadores norteamericanos, especialmente los que dependían de industrias como el carbón.
A pesar de la retirada formal de los EE. UU. del acuerdo, algunos estados, ciudades y empresas en el país continuaron apoyando la transición hacia una economía más limpia. Según un informe del Departamento de Energía, para 2017, las energías renovables, como la solar y la eólica, ya habían creado más de 650.000 empleos en Estados Unidos, mientras que la minería del carbón mantenía solo 70.000 empleos. Esto cuestiona las promesas de Trump de revivir la industria del carbón.
Las promesas laborales de Trump y su impacto
Una de las promesas más recurrentes de Trump durante su campaña y su presidencia fue la creación de miles y miles de empleos, especialmente en la industria del carbón. Afirmó en repetidas ocasiones que sus políticas traerían de vuelta los trabajos perdidos en las minas de carbón y revitalizarían las comunidades mineras.
Sin embargo, en lugar de ser un problema exclusivo de la regulación medioambiental, la caída de la industria del carbón también se debe a factores económicos. La energía renovable, en particular la solar y la eólica, está experimentando un rápido crecimiento y cada vez es más competitiva en términos de costo, lo que ha reducido la demanda de carbón.
Además, la mecanización de las minas de carbón ha eliminado numerosos empleos que antes dependían del trabajo manual. Aunque Trump aseguró que con la eliminación del Plan de Energía Limpia se restaurarían esos empleos, muchos analistas sostienen que la tendencia hacia la automatización y la transición a energías más limpias es irreversible.
Las energías renovables no solo generan más empleos que el carbón, también contribuyen a la seguridad energética de Estados Unidos. A medida que más estados como California y Texas, grandes bastiones energéticos, apuestan por la energía renovable, muchos expertos creen que la industria del carbón continuará en declive, a pesar de los esfuerzos de Trump para mantenerla.
La promesa de crear empleo en el sector del carbón también ha sido cuestionada por líderes del sector energético, como Robert E. Murray, quien afirmó que la industria del carbón nunca recuperará su antiguo esplendor debido a la competencia de otras fuentes de energía más baratas y eficientes.
En definitiva, aunque la orden ejecutiva de Trump marca un cambio radical en la política energética de Estados Unidos, el futuro de la energía en el país parece estar orientado hacia fuentes más limpias y sostenibles, con los beneficios adicionales de la creación de empleo y la protección del medio ambiente.