El cambio climático es, sin duda, uno de los mayores desafíos ambientales de la actualidad. A medida que la atención y preocupación ciudadana por este fenómeno crecen, también lo hace la importancia de abordar soluciones de gran escala. Un hito clave fue el Acuerdo de París de 2015, donde 195 países se comprometieron a limitar el aumento de la temperatura global a 2°C, con esfuerzos adicionales para reducirlo a 1,5°C.
En este contexto, la descarbonización surge como una estrategia clave. Este proceso se refiere a la reducción de las emisiones de carbono, principalmente CO2, con el objetivo de lograr una economía global de bajas emisiones y, en última instancia, alcanzar la neutralidad climática. Todo esto es posible a través de la transición energética, la cual consiste en migrar hacia una electrificación basada en fuentes de energía limpias y renovables.
Qué es la descarbonización
Durante décadas, la humanidad ha utilizado combustibles fósiles para alimentar su desarrollo económico, lo que ha llevado a un aumento considerable de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Estas emisiones son uno de los principales responsables del efecto invernadero y, consecuentemente, del calentamiento global.
La descarbonización consiste en reducir, y eventualmente eliminar, el carbono en los procesos de producción de energía, a través de la adopción de energías limpias como la solar, eólica, hidroeléctrica y otras. Este cambio hacia un modelo de energía renovable ayuda a mitigar el cambio climático y se traduce en beneficios tanto económicos como ambientales.
Es importante entender que la descarbonización no solo involucra al sector energético. Existen otros sectores clave como el transporte, la industria, la agricultura y la construcción, que también deben ajustar sus procesos y tecnologías hacia opciones bajas en carbono. El uso de tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CAC) también se está investigando como una herramienta complementaria en este proceso.
La transición energética y los beneficios económicos
La transición hacia una economía neutra en carbono para el 2050 no solo es una necesidad ambiental, sino que también tiene fuertes implicaciones económicas. La descarbonización ofrece oportunidades únicas para la creación de riqueza, generación de empleo y mejora de la calidad del aire. Sin embargo, este proceso requiere un entorno regulatorio adecuado que permita desarrollar tecnologías más eficientes y emisiones cero a costos razonables.
Europa se ha posicionado como un líder clave en esta transición. El Pacto Verde Europeo es un claro ejemplo, con su objetivo de lograr la neutralidad climática para 2050, mientras se estimulan la competitividad y la sostenibilidad económica. El plan europeo incluye un impulso significativo a las energías renovables, la mejora de la eficiencia energética y el avance hacia la economía circular, donde se minimizan los residuos y se optimizan los recursos.
Tanto los países como las empresas deben colaborar para lograr estos objetivos. La inversión en energías renovables y tecnologías sostenibles ya está generando empleos en sectores emergentes, como la instalación de energía solar y eólica, la eficiencia energética en edificios y la creación de infraestructura para vehículos eléctricos.
Descarbonización eficiente: desafíos y soluciones
Para que la descarbonización sea eficiente, es necesario que se lleven a cabo una serie de acciones estratégicas que revitalicen cada sector económico. La electrificación, basada en energías renovables, es la opción más viable para reducir las emisiones de carbono y mejorar la eficiencia energética.
Los principales desafíos incluyen:
- Descarbonización del sector eléctrico a través de la integración masiva de energías renovables.
- Electrificación de sectores difíciles de descarbonizar como el transporte pesado, la aviación y ciertas industrias.
- El desarrollo y almacenamiento eficiente de la energía.
El uso de combustibles descarbonizados también es clave, aunque su desarrollo tecnológico aún enfrenta muchas barreras, sobre todo en cuanto a sus altos costos. Se espera que hacia el 2030, el 65% de la generación de energía mundial provenga de fuentes renovables, y alrededor de un 85% para 2050. La tecnología de captura y almacenamiento de carbono (CAC) está avanzando, aunque, como señalan los expertos, es crucial mejorar su eficiencia para que se adopte a gran escala.
Energía no electrificante y su papel en la descarbonización
Aunque la electrificación es una vía clave, hay ciertos sectores donde no es posible o rentable realizar esta conversión. El transporte marítimo, la aviación y el transporte pesado son ejemplos en los que la electrificación no es una opción tecnológica madura. Para estos sectores, el uso de combustibles descarbonizados, como el hidrógeno verde y los ecocombustibles, será esencial para alcanzar la neutralidad climática.
A pesar de que representan alrededor del 16% del consumo energético y las emisiones de la UE, la apuesta futura es que avancen en la investigación y desarrollo de tecnologías más eficientes que permitan su descarbonización en las próximas décadas.
La transición hacia energías limpias en estos sectores será progresiva, y mientras tanto, las políticas regulatorias seguirán incentivando la reducción de emisiones mediante impuestos al carbono y normativas más exigentes.
Paso a paso: El proceso de descarbonización
El término descarbonización ya forma parte de las políticas públicas de muchos países, y está centrado en dejar de utilizar combustibles fósiles como el carbón, petróleo y gas natural, cuya combustión libera grandes cantidades de carbono. Por otro lado, otros recursos naturales como la biomasa también contienen carbono, aunque en este caso el ciclo del carbono es más corto, lo que puede mitigar en cierta forma las emisiones.
Cuando los combustibles fósiles se queman, generan dióxido de carbono, entre otras emisiones contaminantes. Cuanto mayor es la cantidad de carbono en el combustible, mayor será la emisión de CO2. Existen además emisiones asociadas que, aunque en menor cantidad, son sumamente nocivas para la atmósfera, como el monóxido de carbono y los óxidos de nitrógeno y azufre.
El único camino para combatir de manera efectiva la crisis climática es llevar a cabo una transición a un modelo que reduzca significativamente estas emisiones, avanzando hacia un futuro de cero emisiones netas. Este objetivo es primordial para poder preservar el equilibrio climático a largo plazo.
Implementar medidas de eficiencia energética, aumentar la utilización de energías renovables y apostar por nuevos combustibles descarbonizados no solo es positivo para el medio ambiente, sino que también genera oportunidades de desarrollo económico sostenible.
Al avanzar hacia un futuro libre de carbono, es vital que tanto gobiernos, empresas como ciudadanos colaboren en la descarbonización de todos los sectores estratégicos, como el transporte, la energía y la industria. Solo de esta forma podremos mitigar los efectos del cambio climático y proteger el planeta para las generaciones futuras.