La captura y almacenamiento de dióxido de carbono (CO2) se consolida como una de las piezas clave en la estrategia mundial para reducir las emisiones y combatir el cambio climático. Si bien la reducción directa de emisiones es fundamental, el desarrollo de tecnologías que permitan atrapar y almacenar CO2 allí donde es complicado dejar de emitir, como en la industria pesada, se está convirtiendo en un elemento imprescindible para alcanzar los objetivos de neutralidad climática marcados por la Unión Europea y el Acuerdo de París.
Durante los últimos meses, el panorama de la captura y almacenamiento de carbono (CAC) ha experimentado un avance significativo, especialmente en Europa, donde varios proyectos emblemáticos están marcando el ritmo para el resto del mundo. Los expertos coinciden en que, a pesar de que la transición energética avanza a buen ritmo, será necesario potenciar soluciones complementarias como estas para asegurar una descarbonización real de sectores estratégicos.
Noruega, referente internacional en la captura y almacenamiento de carbono
Noruega ha tomado la delantera en Europa con la inauguración del proyecto Longship, una iniciativa de gran escala que integra la captura, el transporte y el posterior almacenamiento del CO2 en depósitos bajo el lecho marino. Destaca la planta de Brevik, gestionada por Heidelberg Materials, pionera en la industria cementera, que consigue capturar unas 400.000 toneladas de CO2 anuales, aproximadamente la mitad de las emisiones de este tipo de industria. El CO2 recogido se transporta licuado por barco hasta el terminal de Øygarden y desde allí se inyecta en un acuífero salino a unos 2.600 metros de profundidad bajo el mar del Norte.
El proyecto cuenta con una fuerte inversión pública de Noruega, que ha destinado más de 22.000 millones de coronas noruegas para impulsar la iniciativa en sus diez primeros años. Longship destaca por crear la primera cadena de valor industrial completa para el CO2 en Europa y por su potencial para ser replicado fuera de sus fronteras.
La infraestructura de transporte y almacenamiento está guiada por Northern Lights, un consorcio formado por Equinor, TotalEnergies y Shell, que ya ha cerrado acuerdos con empresas de otros países como Suecia, Dinamarca y los Países Bajos. Este consorcio ha recibido recientemente el visto bueno del gobierno noruego para ampliar su capacidad hasta, al menos, 5 millones de toneladas anuales, facilitando servicios a industrias europeas y firmando nuevos contratos con clientes como Stockholm Exergi. Se espera que en el futuro, la capacidad se multiplique atendiendo a la demanda internacional.
Perspectiva internacional: inversión y ambición en pleno crecimiento
El contexto global de la captura y almacenamiento de CO2 cambia rápidamente. Informes recientes estiman que la inversión acumulada en CAC puede alcanzar los 80.000 millones de dólares apenas en cinco años, lo que supondría cuadruplicar la capacidad mundial de almacenamiento antes de acabar la década. La mayor parte de este crecimiento se concentra en América del Norte y Europa, aunque se prevé una expansión progresiva hacia Asia y otras regiones.
El sector industrial, especialmente el cemento, acero y el logística, será el protagonista en el impulso de la CAC más allá de 2030, ya que representan una parte sustancial de las emisiones globales difíciles de reducir. Para mediados de siglo, se espera que estas industrias sean responsables de más del 40% del CO2 capturado cada año a escala global.
La reducción de costes es otro de los aspectos clave. Se proyecta que los costes medios de estas tecnologías puedan caer alrededor de un 40% de aquí a 2050, a medida que aumenten la escala, mejoren los procesos y se obtenga apoyo político y regulatorio. El sector demanda, en cualquier caso, una colaboración decidida entre administraciones y actores industriales para cerrar la brecha que aún existe entre la ambición y el despliegue real de infraestructuras.
España: entre el potencial y el desafío para liderar la CAC
España se enfrenta al reto de no quedarse rezagada frente a sus socios europeos. A pesar de contar con 85 almacenes potenciales de CO2 repartidos por el país y un potencial de almacenamiento estimado en 11 gigatoneladas, la mayoría de estos lugares siguen sin explorar y la información existente es limitada.
Según los expertos del sector y organismos como el IGME y la Plataforma Tecnológica Española del CO2 (PTECO2), existe una necesidad urgente de definir una estrategia nacional, articular una colaboración público-privada y movilizar la inversión destinada a investigación, exploración y construcción de nuevas infraestructuras logísticas. El desarrollo en España sigue en fase inicial en comparación con otros países, debido en parte a la falta de incentivos y claridad regulatoria.
La fragmentación de la cadena de valor, la ausencia de una hoja de ruta estatal y la incertidumbre sobre el coste futuro de las emisiones son algunos de los obstáculos señalados por las principales empresas energéticas y organismos industriales. A esto se suma la dificultad para obtener financiación y la escasa exploración del subsuelo en comparación con países como Reino Unido o Noruega.
La urgencia de actuar: oportunidades y próximos pasos
El almacenamiento de CO2 representa una oportunidad para crear nueva industria, atraer inversiones y reforzar la competitividad industrial de España. Todo pasa, según los distintos actores del sector, por acelerar el despliegue de redes de transporte y almacenamiento y eliminar la inseguridad que frena a empresas e inversores.
En el ámbito europeo, Bruselas presiona para anticiparse a los objetivos de la Net Zero Industry Act, que ya señala la obligación de almacenar 50 millones de toneladas anuales en 2050. Si España no avanza rápido, sus industrias lo tendrán cada vez más difícil para competir y adaptarse a la neutralidad climática.
Por tanto, mientras otros países piden una mayor ambición y compromiso, las voces españolas coinciden en que el país debe aprovechar sus fortalezas, trabajar en una estrategia de infraestructuras críticas y garantizar el atractivo para fondos internacionales que buscan oportunidades de descarbonización industrial.
A medida que la CAC escala a nivel internacional y se consolidation ejemplos pioneros como Noruega, España tiene ante sí la decisión de impulsar o dejar pasar la oportunidad de situarse entre los líderes europeos en captura y almacenamiento de carbono. Con el desarrollo de infraestructuras, incentivos públicos y una visión estratégica conjunta, el país podría transformar este reto en una ventaja competitiva y en una herramienta esencial para su transición energética.