Uno de los procesos de contaminación que es bastante problemático por su forma de actuar es la Bioacumulación. La Bioacumulación se define como el proceso de depósito gradual de sustancias químicas en el organismo de un ser vivo durante un tiempo determinado. Estas sustancias pueden ser absorbidas más rápidamente de lo que el organismo puede metabolizarlas, o simplemente no ser eliminadas. Este proceso puede ser perjudicial para la salud de personas, animales y plantas, generando serios problemas tanto en ambientes acuáticos como terrestres. Si el compuesto bioacumulado es nocivo, como en el caso de algunos metales pesados o pesticidas, sus efectos pueden ser devastadores para los ecosistemas y la salud humana.
En este artículo, te contamos con el máximo detalle todo lo que debes conocer sobre la Bioacumulación, sus características y consecuencias, así como su impacto en los ecosistemas y la salud.
Características principales
Es importante aclarar que la Bioacumulación no siempre es negativa. Si los compuestos que se acumulan dentro del organismo no son tóxicos, los efectos en la salud pueden ser nulos. Sin embargo, la mayoría de las veces, los compuestos que se mencionan en el contexto de la Bioacumulación son perjudiciales. Un ejemplo clásico es el mercurio, el cual puede acumularse en los tejidos de los organismos y, al ser un elemento altamente tóxico, genera riesgos graves para la salud.
Los químicos bioacumulativos suelen tener muchas fuentes. Los pesticidas usados en la agricultura, las emisiones de fábricas y vehículos, y otros productos químicos liberados al ambiente pueden acabar en los organismos vivos, especialmente en aquellos que forman parte de la cadena trófica. Por ejemplo, los pesticidas aplicados en cultivos pueden ser arrastrados por la lluvia hacia ríos y mares, donde comienzan a acumularse en los organismos acuáticos a través de la alimentación.
Un ejemplo clásico es el uso de pesticidas en la agricultura, los cuales son arrastrados por la escorrentía superficial hacia ríos y mares. Estos productos químicos entran en contacto con la flora y fauna, acumulándose en los tejidos de los organismos y afectando la cadena trófica. De esta manera, los contaminantes pueden causar desequilibrios en los ecosistemas y afectar la salud de las especies topes en la cadena alimenticia, como los seres humanos.
Otro factor importante en la Bioacumulación es su relación con las fuentes de contaminación industrial. Las chimeneas de las fábricas y las emisiones de los vehículos que funcionan con combustibles fósiles también liberan sustancias tóxicas al ambiente. Estas sustancias contaminantes se acumulan en la atmósfera y, eventualmente, vuelven a la tierra a través de las precipitaciones, incrementando la acumulación de contaminantes en los ecosistemas.
Bioacumulación y biomagnificación
Una vez que los contaminantes se encuentran en los medios naturales como el agua o el suelo, pueden ingresar fácilmente en la cadena alimentaria a través de los organismos más pequeños, como el fitoplancton. El fitoplancton, que ocupa los niveles más bajos de la cadena alimentaria acuática, absorbe estas sustancias tóxicas y las transfiere a través del zooplancton y otros organismos hasta los depredadores superiores.
Este fenómeno, conocido como biomagnificación, refiere a la concentración creciente de sustancias tóxicas en los organismos a medida que ascendemos en la cadena alimentaria. Aunque las concentraciones iniciales pueden ser muy pequeñas, el paso de estas sustancias de un organismo a otro las va acumulando, hasta resultar en concentraciones peligrosas en los niveles más altos de la cadena trófica, como los depredadores o los seres humanos.
Un ejemplo común es el mercurio vertido en océanos y ríos. El fitoplancton, al absorber estos contaminantes, los pasa a los organismos pequeños que lo consumen, como los peces. Estos peces son luego consumidos por depredadores más grandes, como los tiburones, que a su vez son consumidos eventualmente por los humanos. El mercurio, que no se metaboliza ni se excreta fácilmente, se acumula en el organismo y puede causar problemas graves de salud, como daño en los sistemas nervioso y cardiovascular.
Bioacumulación y DDT
Uno de los ejemplos más conocidos en la historia de la Bioacumulación es el uso del DDT (diclorodifeniltricloroetano), un insecticida que se utilizaba ampliamente para el control de plagas en la agricultura y para combatir la malaria. En sus primeros años de uso, el DDT era considerado muy eficaz. Sin embargo, se descubrió que este insecticida tenía un grave efecto acumulativo en el medioambiente.
La lluvia arrastraba el DDT hacia ríos y mares, donde se iba acumulando en los organismos acuáticos. A medida que la concentración del insecticida aumentaba en la cadena alimentaria, las aves rapaces y marinas que se alimentaban de peces afectados comenzaron a mostrar graves problemas de salud. Entre los efectos más dramáticos estaba el debilitamiento de las cáscaras de sus huevos, lo que hacía que los padres las rompieran accidentalmente mientras intentaban empollarlos. Esto causó una grave disminución en las poblaciones de especies como el águila calva, el halcón peregrino y el pelícano marrón.
Afortunadamente, el DDT fue prohibido en la mayor parte del mundo en la década de 1970, y desde entonces se ha observado una notable recuperación en las poblaciones de estas aves. Pero este caso sigue sirviendo como un recordatorio claro de los peligros de la Bioacumulación y la Biomagnificación.
¿Es peligroso para las personas?
Muchos se preguntan si la Bioacumulación representa un peligro real para los humanos. La respuesta es sí, especialmente en lo que respecta a los compuestos tóxicos que pueden acumularse a lo largo de la cadena alimentaria. Los seres humanos que consumen grandes cantidades de peces que han acumulado mercurio, por ejemplo, corren el riesgo de sufrir los efectos negativos de este metal pesado en su sistema nervioso central y en su salud en general. Además del mercurio, existen otros contaminantes peligrosos como los bifenilos policlorados (PCBs) que también se puede acumular en el pescado azul, afectando tanto a animales como a personas.
Las concentraciones de estos compuestos bioacumulativos pueden variar dependiendo de la especie y el entorno. Peces como el pez espada, el tiburón y el atún son conocidos por tener elevadas cantidades de mercurio en sus tejidos debido a su posición en lo más alto de la cadena alimentaria, y es por esto que hay recomendaciones para limitar su consumo, especialmente en mujeres embarazadas y niños.
Incluso pequeñas concentraciones de compuestos tóxicos pueden ser perjudiciales si la exposición es constante. Por eso, se han implementado varias normativas alrededor del mundo para controlar la presencia de sustancias peligrosas en el agua y los alimentos, y para advertir a los consumidores sobre posibles riesgos. Sin embargo, es importante a nivel individual estar informados sobre los riesgos de consumir organismos bioacumuladores y cómo esto podría influir en nuestra salud.
Además, algunos estudios están buscando soluciones para revertir el proceso de Bioacumulación, como el uso de microorganismos modificados genéticamente para degradar compuestos tóxicos antes de que lleguen a acumularse en la cadena alimentaria.
Con todo lo mencionado, la Bioacumulación sigue siendo un tema prioritario en las agendas de salud pública y conservación ambiental, ya que comprender sus mecanismos y efectos es clave para proteger a las futuras generaciones de sus impactos más graves.
A lo largo de este artículo, hemos visto que la Bioacumulación y la biomagnificación no solo afectan a los animales que habitan cadenas alimentarias de medios acuáticos y terrestres, sino que sus efectos pueden llegar a impactar a los seres humanos. Resulta esencial conocer estos conceptos y los riesgos implicados, para tomar decisiones informadas sobre nuestros hábitos alimenticios y contribuir así a reducir el impacto de estos fenómenos ambientales.