Baterías de vehículos eléctricos usadas, camino del abono agrícola

  • Método de intercambio iónico convierte baterías LFP en fertilizante con fósforo y potasio, y permite formular NPK.
  • Proyecto liderado por UWM y el profesor Deyang Qu, con apoyo del USDA y pruebas de campo previstas.
  • Alternativa más barata y con menor huella que el reciclaje convencional de LFP, escaso en valor recuperable.
  • Oportunidad para reforzar la cadena de suministro agrícola en Europa y crear empleos verdes.

Baterías usadas convertidas en fertilizante

La avalancha de baterías agotadas que acompañará al auge del coche eléctrico está acelerando la búsqueda de soluciones sostenibles para su fin de vida. Un equipo académico en Estados Unidos plantea transformar los residuos de las baterías LFP en un recurso agrícola, convirtiendo lo que hoy es un quebradero de cabeza en una fuente de nutrientes para el campo.

Más allá de la reutilización o el reciclado clásico, esta vía propone un proceso químico sencillo para extraer litio y sustituirlo por potasio, de modo que el material del cátodo pase a ser aprovechable como fertilizante NPK. La idea ataca dos frentes a la vez: el coste y complejidad del reciclaje de LFP, y la dependencia de nutrientes importados para la agricultura.

Qué han conseguido los investigadores

Proceso para convertir LFP en fertilizante

El trabajo, liderado por el profesor Deyang Qu en la Universidad de Wisconsin‑Milwaukee (UWM) junto a la investigadora Soad Shajid, ha demostrado en laboratorio que es posible convertir materiales de cátodo de fosfato de hierro y litio en compuestos útiles para la agricultura. Con respaldo del Departamento de Agricultura de EE. UU. y fondos internos de innovación, el equipo prepara pruebas de campo con cultivos de tomate en una parcela de alrededor de una acre (0,4 hectáreas).

La relevancia de este enfoque radica en que las baterías LFP, muy extendidas en coches, furgonetas y autobuses eléctricos, apenas contienen metales caros como cobalto o níquel; por eso su reciclaje clásico suele ser costoso y poco rentable. Aquí, los elementos restantes se revalorizan como fertilizante, introduciendo un incentivo económico donde antes había pérdidas.

Así funciona el proceso químico

La técnica emplea intercambio iónico para recuperar el litio de las celdas LFP, reemplazándolo por potasio mediante una disolución rica en sales potásicas. El cátodo, originalmente de fosfato de litio, se transforma en fosfato de potasio, un compuesto con valor agrónomo; posteriormente puede añadirse nitrógeno para obtener formulaciones tipo NPK.

En práctica, el fósforo proviene del propio material LFP, el potasio se incorpora durante el intercambio y el nitrógeno se suma según la formulación final. Al evitar hornos a alta temperatura o reacciones intensivas, el método reduce la energía consumida y la huella ambiental frente a otras vías de reciclado.

Implicaciones para España y Europa

La agricultura europea depende en buena parte de fertilizantes importados, especialmente en potasio y fósforo, sujetos a vaivenes geopolíticos y logísticos. Si esta tecnología se escalase, abriría una vía complementaria de suministro desde residuos locales, reforzando la resiliencia de la cadena agrícola y reduciendo emisiones por transporte.

Además, podría generar empleo verde asociado a la clasificación de baterías, el pretratamiento y la producción de fertilizantes, alineándose con la economía circular que persiguen tanto España como la UE. Para los fabricantes y gestores de residuos, supone una salida adicional para las baterías de segunda vida que no sean aptas para otros usos.

Costes y beneficios ambientales

Al revalorizar materiales con poco atractivo en el mercado secundario, el enfoque mejora la viabilidad económica del tratamiento de LFP. La menor demanda energética del proceso respecto a opciones térmicas o hidrometalúrgicas intensivas se traduce en un impacto más bajo y en menos residuos finales que gestionar.

Para el sector agrícola, el acceso a compuestos de fósforo y potasio originados cerca del lugar de uso ayudaría a contener costes y a amortiguar crisis de suministro. Si las pruebas a campo confirman rendimientos comparables a los fertilizantes convencionales, el salto comercial podría acelerarse.

Próximos pasos y retos

Quedan por resolver cuestiones clave: desde la escalabilidad industrial y la estandarización del producto hasta la gestión de impurezas y el cumplimiento de normativas de seguridad y calidad de fertilizantes. También será determinante comparar costes reales frente a alternativas de reciclado y asegurar un suministro estable de baterías LFP al final de su vida.

Si las validaciones técnicas y agronómicas avanzan, este camino podría convertir un residuo de la movilidad eléctrica en insumo productivo para el campo, enlazando dos cadenas de valor que rara vez se encuentran: baterías y agricultura.

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