En los últimos meses, el debate sobre las plantas de biogás se ha intensificado en varias regiones españolas, poniendo de relieve tanto el potencial ambiental de esta tecnología como las preocupaciones sociales y vecinales que su expansión trae consigo. Estos proyectos, que buscan transformar residuos orgánicos en energía renovable y fertilizantes, se han convertido en el centro de polémicas, manifestaciones y hasta crisis en gobiernos municipales.
El sector del biogás avanza con fuerza, impulsado en parte por fondos europeos y políticas de descarbonización. Sin embargo, no todas las voces coinciden en los beneficios y la forma de implantación de estos proyectos, y han surgido movilizaciones ciudadanas y debates políticos que reclaman mayor transparencia, participación y un replanteamiento de algunos modelos de negocio.
Crecimiento de las plantas de biogás y reacciones sociales en España
Varias localidades han vivido recientemente protestas contra nuevas plantas de biogás, entre ellas destacan las movilizaciones de Colmenar Viejo y Tres Cantos ante un proyecto de gran envergadura impulsado por Enagás y PreZero. Bajo el lema «Ni tan grande ni tan cerca», asociaciones vecinales y plataformas como STOP Planta de Biogás Colmenar Viejo-Tres Cantos han organizado marchas y presentado alternativas legales para detener la declaración de interés social y la construcción de la planta.
Las principales inquietudes se centran en la proximidad de la instalación a zonas residenciales y centros educativos —algunas viviendas se encuentran a solo 300 metros—, el potencial impacto de emisiones contaminantes y olores, y la escasa información ofrecida durante el proceso de tramitación. Los vecinos denuncian que no se han respetado las distancias recomendadas y que todo el trámite se desarrolló con poca transparencia, lo que ha generado una profunda desconfianza hacia los promotores y las autoridades municipales.
En el norte, en lugares como La Rioja, también se han presentado alegaciones por parte de entidades como el Consejo Regulador de la DOCa Rioja, preocupados por el impacto paisajístico y ambiental de hasta cinco plantas en estudio, a menudo próximas a zonas de viñedo.
En la provincia de Segovia, Izquierda Unida denuncia una expansión especulativa de proyectos de biogás que, según sus críticas, responden más a intereses de grandes empresas y fondos de inversión que a la sostenibilidad rural, señalando además riesgos por el tránsito de camiones, la gestión de residuos y la posible contribución a la despoblación.

Conflictos políticos y crisis institucionales por el biogás
El crecimiento de este sector ha desencadenado situaciones de alta tensión política e incluso institucional, como ha ocurrido en el municipio de Azlor (Huesca), donde el proyecto para una nueva planta de biogás ha provocado dimisiones en cadena dentro del ayuntamiento. El motivo principal: el malestar vecinal y la percepción de una gestión opaca o apresurada de la tramitación.
La alcaldesa ha reconocido que el clima de desconfianza generado impide continuar la gestión municipal como hasta ahora y atribuye la crisis a diferencias sobre la conveniencia y modo de implantar la planta.
En el caso de Colmenar Viejo, la reciente aprobación de una moción para reconsiderar la declaración de utilidad pública ha supuesto una victoria moral para la plataforma vecinal, aunque la decisión final dependerá de un pleno extraordinario y de las vías judiciales ya abiertas. El alcalde y el gobierno local insisten en que los pasos dados cuentan con cobertura legal y que la planta es clave para la transición energética en la región.
En Galicia, el debate parlamentario sobre la regulación de plantas de biogás y biometano ha sido intenso, con protestas ciudadanas frente al Parlamento y posturas divergentes entre partidos sobre la necesidad de compatibilizar la expansión del sector con una planificación territorial rigurosa y adaptada a la realidad local.
Ventajas medioambientales y económicas del biogás
Más allá del conflicto social, los defensores del biogás inciden en sus beneficios ambientales y económicos. Las plantas transforman residuos orgánicos en biometano, que puede alimentar hogares e industrias, además de generar fertilizantes orgánicos para la agricultura, contribuyendo a la economía circular. Estas instalaciones, según los promotores, permiten ahorrar en la gestión de residuos y reducir la dependencia de combustibles fósiles.
En proyectos como el de Colmenar Viejo, se prevé la producción de hasta 60 GWh anuales de energía renovable, suficiente para abastecer las necesidades de decenas de miles de personas y evitar la emisión de miles de toneladas de CO2 cada año. Además, la planta incluye sistemas avanzados de biofiltración y sensores para minimizar malos olores y controlar en tiempo real la calidad ambiental, siguiendo estándares ya aplicados en el norte de Europa.
El sector también destaca la creación de empleo directo durante la construcción y operación de las plantas, así como la movilización de inversiones, muchas respaldadas por fondos europeos como Next Generation.
La visión europea: el biogás como recurso estratégico
A nivel europeo, plataformas como la Asociación Europea de Biogás (EBA) y la Red Europea de Compostaje reclaman que el biogás y el tratamiento de biorresiduos sean reconocidos formalmente como ejes estratégicos en la próxima Estrategia de Bioeconomía de la UE.
El objetivo es acelerar la recogida y transformación de residuos para reducir vertederos, incrementar la producción de energía renovable y crear fertilizantes más sostenibles.
Entre sus propuestas, destacan:
- Impulsar la recogida separada de biorresiduos y su destino prioritario a la producción de biogás y abonos orgánicos.
- Facilitar el acceso al mercado de biometano y fertilizantes ecológicos.
- Movilizar más inversiones europeas para infraestructuras de biogás.
- Eliminar barreras normativas y promover el intercambio de buenas prácticas entre países.
Cifras de la Asociación Española de Biogás muestran que, aunque España tiene un gran potencial, solo existen actualmente 12 plantas productoras, muy lejos de las más de 250 de Alemania. Se calcula que el desarrollo masivo de estas instalaciones podría ayudar a cubrir hasta el 10% de la demanda nacional de gas y evitar el uso de combustibles fósiles mucho más contaminantes.
El debate en torno al biogás evidencia la necesidad de encontrar el equilibrio entre los objetivos energéticos, ambientales y sociales. Aunque estas plantas pueden aportar soluciones a la gestión de residuos y la transición ecológica, los proyectos requieren mayor transparencia, consenso local y adaptación a las características de cada territorio para que la sostenibilidad no sea percibida solo como un lema, sino como una realidad compartida.